La gran casa de las muñecas
Del menú del cine para caballeros ningún plato más surtido que una película de Cárceles de Mujeres. Los más alocados ardores de la fantasía masculina encuentran placer aquí. Para ti que buscas engreír tu misoginia, o si apreciar bellezas acaloradas por el deseo es lo que te emociona, mujeres en prisión es el aliciente indicado. Un subgénero que urdió tramas donde la desnudez, la tortura y el lesbianismo son rutinas de la vida carcelaria. Mujeres enjauladas que en su largo cautiverio nunca llegarían a preguntarse: ¿cómo es posible que aquí todas seamos tan sexys?
La respuesta es que habitan “The Big Doll House” (La gran casa de las muñecas, 1971), una de las primeras cintas de cárceles de mujeres con intenciones meramente explotation. Las heroínas encarceladas no eran cosa nueva en el cine, desde los años treinta inspiraron melodramas retorcidos donde las protagonistas recibían escarmiento por algún pecadillo o soportaban la desgracia de ser apresadas siendo inocentes (en más de un sentido). En los cincuenta, estas películas fueron menos panfleto moralista y más solapada truculencia para mentes aficionadas a la fotonovela, las escándalos y la sección policiales. Una vez ocurrida la revolución sexual gringa, en los setenta, el cine de cárceles femeninas se convertía en terreno para la fantasía sadomasoquista de las masas. Si antes los argumentos eran pocos realistas ahora hasta impresionaban a los psicoanalistas. Los ingredientes estaban dispuestos, y aunque combinados componían un insulto a la inteligencia, podían ser todo un halago al paladar: reas esculturales uniformadas con microfaldas, peleas de “gatas” (con desgarramiento de ropa), duchas colectivas, inspección de cavidades corporales, bellas adictas a la heroína, guardianas nazis sadolesbianas, toqueteos de apaciguamiento, trabajos forzados con camisetas mojadas, lesbianismo desatado, hembras violadoras, rebeldes escarmentadas y tímidas torturadas. Además como toda película de cárceles que se precie, el objetivo supremo no podía ser otro que la fuga, con el expendio de municiones, explosiones y apuñalamientos que ello suele requerir.
“The Big Doll House” fue una producción del maestro de las películas de bajo presupuesto, Roger Corman. Para inaugurar su nueva empresa, New World Pictures, Corman envió a su director protegido, Jack Hill, con unos fajos de billetes y media docena de hermosuras a la lejana Filipinas, donde todo era más barato. Al regreso cada dólar que cruzó el océano se multiplicó en dividendos exorbitantes al estreno de “The Big Doll House” en el circuito drive-in de Estados Unidos. En nada opacó la torpeza histriónica el brillo de una nueva estrella del cine de medianoche, Pam Grier. Una guapísima actriz negra que había renunciado a su trabajo de recepcionista para unirse al elenco. El éxito le proporcionaría roles de prostituta, sensual vengadora o drogadicta en muchas cintas blaxploitation, muy recordadas algunas como “Coffy” (1973) o “Foxy Brown” (1974). Finalmente, en los noventa, Grier sería redescubierta por un admirador, Quentin Tarantino, para lograr su consagración mainstream protagonizando “Jackie Brown” (1997).
Pero ¿cuál es el argumento de “The Big Doll House”? Entramos en calor con la canción “Long Time Woman”, cantada por Pam Grier, mientras las chicas son traídas en jaulas hacia el presidio de una banana republic. Crímenes: desde espionaje hasta prostitución. Condenas: 99 años de trabajos forzados. Por suerte, el penal no está muy al día en tecnología de máxima seguridad. Las instalaciones se ven de lo más precarias y el control de las reclusas está en manos de un puñado de menudas asiáticas, lideradas por la estricta Miss Dietrich (garrote y minifalda). En las celdas las internas, siempre limpias y bien peinadas, se entretienen con carreras de cucarachas. Los rigores de la vida carcelaria incluyen ser torturadas por orden de un hombre misterioso en un sillón. Los deseos contenidos impulsan a una de la presas a forzar a Harry, vendedor de frutas y golosinas, a fornicar con ella, cuchillo en mano: "Get it up or I'll cut it off!" (Levántalo o te la corto). Y que mejor manera de resolver las disputas por el liderazgo que una pelea en el barro.
Dicen que Roger Corman quedó impresionado con los excesos de “The Big Doll House”. Yo no estaría tan seguro, quizá mi percepción ya esté curtida de tantos retorcimientos visuales, por lo que encontré la película moderada en desnudez y violencia. Inclusive en la escena de la ducha, las actrices están bastante conscientes de no mostrar sus pechos más de lo que exige el guión. Sin embargo, para aquellos tiempos, la película dio con una formula que propició la aparición casi inmediata de otras por el estilo, cada cual sumando más contenido explicito a medida que los grilletes de la censura se iban aflojando.
La respuesta es que habitan “The Big Doll House” (La gran casa de las muñecas, 1971), una de las primeras cintas de cárceles de mujeres con intenciones meramente explotation. Las heroínas encarceladas no eran cosa nueva en el cine, desde los años treinta inspiraron melodramas retorcidos donde las protagonistas recibían escarmiento por algún pecadillo o soportaban la desgracia de ser apresadas siendo inocentes (en más de un sentido). En los cincuenta, estas películas fueron menos panfleto moralista y más solapada truculencia para mentes aficionadas a la fotonovela, las escándalos y la sección policiales. Una vez ocurrida la revolución sexual gringa, en los setenta, el cine de cárceles femeninas se convertía en terreno para la fantasía sadomasoquista de las masas. Si antes los argumentos eran pocos realistas ahora hasta impresionaban a los psicoanalistas. Los ingredientes estaban dispuestos, y aunque combinados componían un insulto a la inteligencia, podían ser todo un halago al paladar: reas esculturales uniformadas con microfaldas, peleas de “gatas” (con desgarramiento de ropa), duchas colectivas, inspección de cavidades corporales, bellas adictas a la heroína, guardianas nazis sadolesbianas, toqueteos de apaciguamiento, trabajos forzados con camisetas mojadas, lesbianismo desatado, hembras violadoras, rebeldes escarmentadas y tímidas torturadas. Además como toda película de cárceles que se precie, el objetivo supremo no podía ser otro que la fuga, con el expendio de municiones, explosiones y apuñalamientos que ello suele requerir.
“The Big Doll House” fue una producción del maestro de las películas de bajo presupuesto, Roger Corman. Para inaugurar su nueva empresa, New World Pictures, Corman envió a su director protegido, Jack Hill, con unos fajos de billetes y media docena de hermosuras a la lejana Filipinas, donde todo era más barato. Al regreso cada dólar que cruzó el océano se multiplicó en dividendos exorbitantes al estreno de “The Big Doll House” en el circuito drive-in de Estados Unidos. En nada opacó la torpeza histriónica el brillo de una nueva estrella del cine de medianoche, Pam Grier. Una guapísima actriz negra que había renunciado a su trabajo de recepcionista para unirse al elenco. El éxito le proporcionaría roles de prostituta, sensual vengadora o drogadicta en muchas cintas blaxploitation, muy recordadas algunas como “Coffy” (1973) o “Foxy Brown” (1974). Finalmente, en los noventa, Grier sería redescubierta por un admirador, Quentin Tarantino, para lograr su consagración mainstream protagonizando “Jackie Brown” (1997).
Pero ¿cuál es el argumento de “The Big Doll House”? Entramos en calor con la canción “Long Time Woman”, cantada por Pam Grier, mientras las chicas son traídas en jaulas hacia el presidio de una banana republic. Crímenes: desde espionaje hasta prostitución. Condenas: 99 años de trabajos forzados. Por suerte, el penal no está muy al día en tecnología de máxima seguridad. Las instalaciones se ven de lo más precarias y el control de las reclusas está en manos de un puñado de menudas asiáticas, lideradas por la estricta Miss Dietrich (garrote y minifalda). En las celdas las internas, siempre limpias y bien peinadas, se entretienen con carreras de cucarachas. Los rigores de la vida carcelaria incluyen ser torturadas por orden de un hombre misterioso en un sillón. Los deseos contenidos impulsan a una de la presas a forzar a Harry, vendedor de frutas y golosinas, a fornicar con ella, cuchillo en mano: "Get it up or I'll cut it off!" (Levántalo o te la corto). Y que mejor manera de resolver las disputas por el liderazgo que una pelea en el barro.
Dicen que Roger Corman quedó impresionado con los excesos de “The Big Doll House”. Yo no estaría tan seguro, quizá mi percepción ya esté curtida de tantos retorcimientos visuales, por lo que encontré la película moderada en desnudez y violencia. Inclusive en la escena de la ducha, las actrices están bastante conscientes de no mostrar sus pechos más de lo que exige el guión. Sin embargo, para aquellos tiempos, la película dio con una formula que propició la aparición casi inmediata de otras por el estilo, cada cual sumando más contenido explicito a medida que los grilletes de la censura se iban aflojando.
Mostrar más imágenes de "The Big Doll House"
5 comentarios:
Gran recomendación que haces en esta ocasión para deleitarnos con barro mujeres y un cine de super acción. He visto algunas parecidas y son para no perderselas. Muy bueno y saludos!
Grandes cosas se hicieron en Filipinas, je, je, je, Bruno Mattei cayó por ahi tambien. Y Corman no podia ser menos, es un genio, el cine le debe muchisimo, ademas de mucho cine, grandes figuras, desde Pam Grier hasta Robert De Niro.
Como buen espectador del "cine de caballeros" ví esta película. Fué hace mucho tiempo , en una trajinada cinta VHS de un video club.
Todo un clásico en su género.
A ver si me la consigo en la web para verla de nuevo...porque no?
Saludos,
Hola! Yo feliz de recomendar tu Blog. Las películas me gustan mucho aunque me falta desarrollar este tema en mi blog.
Nos estamos leyendo, espero que mi bog te traiga alguna cosa interesante, está abrierto a la crítica, destructiva, constructiva, lo que sea!
Saludos
Clara
Esa es la misma pregunta que deberian hacerse las de "the L word" jaja.
Hola Derzu, cómo andas?
Publicar un comentario