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Así en el mar como en la tierra



No hay venganza más apasionadamente irracional como la de un hombre contra un animal. Quizá por eso el capitán Ahab perseguía con locura vehemente a la ballena Moby Dick. Si nuestro mayor enemigo no es humano, olvidemos lo que nos queda de razón a cambio de furia. Quién va de cacería debe convertirse en una fiera.

El capitán Steve Zissou, después de toda una vida haciendo documentales sobre los seres acuáticos, se ha topado con un adversario tenaz en el fondo del mar. Se trata de un “tiburón jaguar”, un ejemplar único de una especie desconocida y probablemente en vías de extinción, pero al fin de cuentas condenada por haber asesinado al mejor amigo del capitán. Así pues, impulsado por el deseo de venganza, Steve Zissou se embarca en su última expedición tras la misteriosa bestia. Pero, como gran amante de los seres marinos, primero intentará registrarlo en video para luego aniquilarlo con dinamita.

Steve Zissou (Bill Murray) es una suerte de Jacques Cousteau venido a menos. En el pasado fue una celebridad, una marca registrada, gracias a los documentales que realizó en sus años dorados. Sin embargo, hoy sus trabajos mediocres no cuentan con el mismo interés. En la búsqueda del “tiburón jaguar” ve la posibilidad de recuperar la atención y el respeto perdidos, y de paso vengar la muerte de su amigo. Durante la travesía pasa por mil peripecias en compañía de una tripulación de lo más pintoresca (con un irreconocible Willem Dafoe, en el papel de un marinero-camarógrafo, eslavo y pleitista). Se encuentra con Ned (Owen Wilson), presunto hijo de Zissou, y resiste el ataque de unos piratas filipinos.

“The Life Aquatic with Steve Zissou” (2005) es la última película de Wes Anderson, un joven director independiente norteamericano de la misma generación de John Thomas Anderson y Todd Solondz. Su película anterior, la excelente "The Royal Tenenbaums” (2001), recibió buena atención de la crítica y hasta una nominación al Oscar por mejor guión. Aquí Anderson retrata a una familia disfuncional donde hay una profunda enemistad entre el padre y los hijos. Sin caer en el mal gusto, Anderson logra hacer comedia con material que bien podría servir para varios dramas: el suicidio, el incesto, los traumas infantiles.

El humor de Wes Anderson es muy peculiar, apunta siempre al punto intermedio entre la carcajada y el llanto. Por momentos, el patetismo de sus personajes es tan extremo que no puede ser más que una buena broma, pero otras veces nos parece que realmente sufren pero igual nos reírnos aunque con una pizca de culpa. Es la clásica contradicción del humor negro. Deseamos torturar a la víctima pero no hasta matarla porque en el fondo nos cae simpática. Esto ocurre en muchas series cómicas y en los dibujos animados más mordaces. Y el cine de Wes Anderson tiene algo de tira cómica, de cartoon para adultos. En esta película, como en “Los excéntricos Tenembaums”, los protagonistas son caricaturas. Tenemos personajes que se definen rápidamente por una conducta obsesiva, la carencia de afecto, la pasividad extrema, la neurosis, o simplemente por una manera de vestir o un tic nervioso. Pero ninguno de estos detalles es sutil, por el contrario son subrayados una y otra vez para demostrar que cada quién carga con la cruz de sus propias excentricidades, para deleite de la platea, desde luego.

Sin embargo, a pesar de ser una propuesta de calidad, “Vida Acuática” falla por momentos en el desarrollo argumental. El inicio promete una trama interesante, la captura del “tiburón jaguar”, pero pronto lo que parecía ser el asunto principal resulta ser una más de las tantas ramificaciones. En su afán lúdico la película introduce escenas de diversa factura, inclusive una discordante secuencia de acción. Wes Anderson juega a forzar las convenciones, exagera su humor áspero, hasta llegar a planear situaciones que ya no resultan graciosas sino simplemente estrambóticas. Algo así como contarnos el chiste interno de un grupo de amigos al que no pertenecemos, y esperar matarnos de risa.

Al final de cuentas, “Vida Acuática” divierte más a partir de la sorpresa y el detalle, y no tanto con chistes efectivos. Más gracioso resulta ver el rostro impasible de Bill Murray que las frases de Owen Wilson. Más ingeniosas son las versiones en portugués de las canciones de David Bowie, que un marinero toca en varios momentos de la película, que la batalla a balazos entre la tripulación y los piratas.

En la puesta en escena, “Vida Acuática” parece tener alguna inspiración de “E la nave va" (1983) de Federico Fellini. El italiano ideó una comedia coral a bordo de un barco, a su vez tripulado por una sarta de locos. Tanto para Fellini como para Anderson, el barco no es un medio de transporte sino una pecera para la exhibición de las criaturas que contiene. Mientras el capitán Steve Zissou hace documentales sobre la vida de las malaguas, Wes Anderson hace lo mismo con él y su tripulación. El científico convertido en rata de laboratorio.

Otra semejanza interesante es que ambas películas llevan una envoltura de artificialidad. Fellini llega al extremo de revelarnos que dicho barco no sólo nunca ha zarpado sino que es una embarcación de utilería en un set de cine. Aunque Wes Anderson no lo afirma abiertamente, desde el principio notamos que a bordo del Bellafonte todo delata artificio. En este tipo de películas se establece un acuerdo con el espectador para que acepte que estamos en un mundo de cartón pues es la escenografía que esta comedia necesita. Si Fellini utilizaba láminas de plásticos para representar el mar, Wes Anderson, más sofisticado gracias a la tecnología, emplea animaciones en 3D para representar especies marinas. Recursos ambos al servicio de crear mundos irrealidades.


Cómo conseguirla

A diferencia de las últimas peliculas comentadas, esta la vi
en DVD. Tiene uno de los menus de presentación más hermosos
que he visto. Los compartimientos del Belafonte representan las
secciones del disco. Por lo demás, incluye comentarios
y alguno que otro extra. Nada de otro mundo.

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La joven de la perla: pintura en movimiento



De vuelta a las salas de cine. Ayer fue el estreno mundial del remake de “La profecía” y quizá la habría preferido si la entrada hubiera costado igual a cualquier otra en un día Martes. De todas maneras tuve que hacer una larga cola con los espectadores entusiasmados con verla justo el 6/6/06. Compré mi ticket para “La Joven de la Perla” y fuimos pocos en la sala, pero creo que salimos ganando. Por lo menos no tendremos mala suerte.

Sospecho que nuestros timoratos distribuidores pusieron ojo en “The girl with the pearl earring” (2003) por que la protagonista es Scarlett Johansson, una actriz de moda que dejó suspirando a tantos limeños, hace poco cuando fue vista en “Match Point”. Por la razón que fuera, se agradece que “La joven de la perla” esté en nuestras salas, una buena película que además necesita ser vista en 35 milímetros para máximo placer.

“La Joven de la Perla” de Peter Webber fantasea alrededor de la creación de una famosa pintura, el cuadro del mismo nombre del holandés Johannes Vermeer. Griet (Scarlett Johansson) es una adolescente que, cuando su familia cae en la miseria, se ve obligada a trabajar de sirvienta en la casa del pintor (Colin Firth). Como al parecer las labores domésticas eran más arduas en el siglo XVII y las relaciones entre pobres y ricos mucho menos cordiales, la pobre Griet saca y le sacan la mugre día y noche. Un día Vermeer se fija en ella y le permite ingresar a su taller, y de paso le pide que limpie un poco. Un día Van Ruijven, el mecenas de quien depende para vivir de su arte y mantener a su extensa familia, quiere ser retratado junto con la tímida Griet para que sea más fácil “soportar largas horas inmóvil”, pero todos saben que su interés es más carnal que artístico. Preocupado por Griet, Vermeer se niega y decide pintarla sólo a ella. La realización de esta obra tendrá dramáticas consecuencias para ambos.

Como no podía ser de otra forma, la lograda fotografía de "La Joven de la Perla" se inspira en las pinturas de Vermeer donde una luz cálida entra por las ventanas a los ambientes casi en penumbras. La película tiene momentos de tal delicadeza en el tratamiento del color y la luz que se aprecian como cuadros en movimiento. A esto se suma una ambientación de la Holanda del siglo XVII que no pierde cuidado en los detalles de vestuario y escenografía.

El guión, basado en una novela, se libra desde el primer momento de caer en cualquier romanticismo en la relación de Vermeer y Griet. Si bien los hechos que cuenta son pura imaginación, pues se sabe muy poco de la vida de Vermeer, se optó por el realismo y la historia pone énfasis en mostrar lo rígido y asfixiante que eran las diferencias de clases en aquella época. Esta presión dirige la conducta de las personajes: Vermeer sabe que no conviene ni siquiera hablar con una sirvienta y Griet desconfía de todo para prevenir los abusos. Al mismo tiempo, la película postula la idea que una obra maestra es resultado de una ruptura, así sea en pequeña escala es un acto arriesgado. En la película, Vermeer trabaja siempre por encargo hasta que, a pesar de la desaprobación de su familia, pinta a Griet y realiza un cuadro memorable.

Tal vez quienes desean otro bocado de la sensualidad que Scarlett Johansson mostró en "Match Point", quedarán algo insatisfechos con esta película. Su personaje está en el polo opuesto: Griet se pasa casi todo el metraje lavando, cocinando y fregando, incansable con los labios entreabiertos. Viste sencilla y recatadamente con el pelo siempre cubierto. Su belleza no se muestra de manera explícita y esa es la intención. El papel pasó antes por manos de Kate Hudson y Kirsten Dunst que al final optaron por otros proyectos, nunca sabremos si hubieran sido mejor opción que Scarlett. No lo creo tampoco. Ella demuestra ser una actriz versátil y sumamente verosímil en los roles que interpreta. Y, claro, se parece mucho más a "la joven de la perla" que cualquier otra.

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Flores rotas: una odisea incierta


Tuve la suerte de ver esta película en la presentación del nuevo número de la revista Godard! Definitivamente no hay mejor manera de presentar una revista de cine que proyectando un film sensacional (además en calidad de pre- estreno en Lima). Pero al mismo tiempo fue muy molesto encontrar, incluso entre cinéfilos, gente con tan malos modales a la hora de ver una película. Sus malditas apreciaciones en voz alta, sus diálogos a media voz y sus estúpidos celulares. Lo curioso es que era "la señora de amarillo", la persona que nos había dejado entrar al no tener invitación, la misma que perturbaba a la sala con sus murmullos. Pero a pesar de estas interferencias pude saborear con atención esta gran película de Jim Jarmush.

Don recibe una carta color rosa el día que su última novia lo deja. En la carta sin nombre una de sus ex amantes le informa que tuvo un hijo suyo hace veinte años. Agrega que ahora el supuesto hijo ha partido en busca de su padre, un solterón que todos consideran un Don Juan. Su amigo, aficionado a los misterios, diseña un plan para encontrar a la autora de la carta. Entonces Don emprende un viaje por Estados Unidos para localizar a sus ex novias y encontrar una pista. Estas líneas que pueden hacernos creer que se trata de una película sobre "alguien que aprende grandes lecciones de la vida", quizá lo sería si Don no estaría interpretado por Bill Murray y, sobre todo, si el responsable de esta historia no fuera Jim Jarmush.

"Broken Flowers" (2005) es la odisea de un Ulises que hubiera preferido quedarse en su casa. Después de la partida de su novia, Don no parece interesado en otra cosa que estar sentado en el sofá de su sala. La persistencia de su amigo Winston, obsesionado por jugar a develar el misterio, es lo que al final lo obliga a subir al primer avión. La pista clave es encontrar una máquina de escribir entre las pertenencias de las ex-novias y traerla para que Winston compruebe si con ella se ha escrito la carta. Con este objetivo y procurando incomodarse lo menos posible, Don se aparece frente a las puertas de sus antiguas novias. En esta Odisea no faltarán las sirenas que intentarán quedarse con el viajero.

Una de las cosas que sorprende en Jim Jarmush, y al mismo tiempo divierte tanto, es el uso del tiempo en sus películas. Lo que en otros puede parecer aburrido y pretensioso, aquí los largos planos fijos y los silencios en las conversaciones ofrecen al espectador discretos y gratificantes detalles, contenidos en cada pequeño instante. Y "Dios está en los detalles" dicen que decía Santo Tomás.

En "Flores Rotas" hay también una dura ironía sobre las relaciones humanas. El vacío y la soledad, en diversas formas, pesan sobre la vida de los personajes. La comunicación entre ellos es complicada y tensa, llena de malentendidos. Don se desplaza como un zombi, para sus novias es eso: un muerto que regresa para un búsqueda incierta. Pero tampoco puedes esperar mucho de un zombi, excepto de este. Bill Murray es tan gracioso haciendo casi nada. Mecido de un sitio en el auto, circulando por perfectas urbanizaciones, sólo un puñetazo lo logra despertar.

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El plan perfecto: guerra de cerebros

Debo el hecho de haber visto esta película a una de esas raras ocasiones en que los amigos se ponen de acuerdo para ir al cine. En este caso fue más extraño porque, a pesar de haber ido acompañado, tuve que ver la película solo. En la elección del grupo resultó ganadora "La Fiesta del Chivo", que yo ya había visto. Entonces opté por "El plan perfecto" o "Inside man" (2005) como quien hace hora. No estaba muy convencido, pues el anterior "troncho" del director ("A Spike Lee Joint"), "She hates me" (2004) me había decepcionado y el trailer de "El plan perfecto" me olía a película por encargo.

A los cinco minutos me di cuenta que estaba completamente equivocado. Para comenzar "El plan perfecto" es una película muy entretenida, esto hace que todo comentario posterior sea pura retórica. Esta cinta dan fe a la cualidad de "hacernos-olvidar-de-todo" que a veces tiene el cine. ¿A quién no le gusta el suspenso? Pues bien, aquí el viejo Spike nos ofrece un caldo concentrado de suspense desde el arranque. Lo admirable es que, además, el director se sale con la suya: hace una cinta de género sin dejar de machacarnos con las cuatro ideas que ha tenido desde que tomó una cámara.

La película comienza cuando "el ladrón más cráneo del mundo" (Clive Owen) nos dice que tiene el plan perfecto para robar un banco y que lo escuchemos bien porque no lo explicará dos veces. Un minuto después: él y su banda ya tienen a todos los clientes y al personal del Banco de cara contra el suelo. Bien, lo que comienza aquí es un guerra de cerebros. Delincuentes, policías y otros interesados se meterán en el juego para demostrar quién es el más vivo. La primera gran idea: los delincuentes obligan a todos los rehenes a vestirse como ellos y liberan a unos cuantos. La policía, desconcertada, cree que son parte de la banda y se pasa la vida interrogándolos. Mientras tanto el dueño del Banco llama a Madeline (Jodie Foster), "la perra más astuta de la ciudad", para que rescate un trapito sucio oculto en la bobeda del Banco. Pero Keith (Denzel Washington), el detectivo a cargo del caso, no va dejar que ninguna mujer venga a mandonearlo y comienza a ponerse la pilas. Policías y ladrones se esfuerzan en demostrar de qué lado están las mejores neuronas. Negociaciones secretas, micrófonos ocultos, grabaciones engañosas, peticiones inverosímiles, todo vale para quedar como el smart guy. Y, lo más divertido, todo esto aderezado con el fino humor callejero de Spike Lee, ese ingenio que dejaría sin palabras a cualquier criollazo.

En el trancurso de la cinta, como diluyendo un jarabe en esta sopa de suspenso, Spike hace que nos traguemos algunas cucharadas de su mensaje político. New York no deja de ser esa mezcolanza racista, violenta e inescrupulosa. Una ciudad, como diría Vallejo, poblada de "lobos abrazados". Las zancadillas, las alianzas y los insultos que circulan entre los protagonistas son simplemente síntomas de su lucha diaria por quedarse con el pedazo de carne más grande. Peces grandes o peces pequeños, de mano negra o cuello blanco, cometen sus pecadillos para progresar. Y esto es lo que siempre ha tenido tan asado a Spike.

Al final de ambas funciones me encontré con mis amigos. A ellos también les había gustado su película. Comentarios, comparaciones y ponderaciones en el camino al lugar donde nos llenaríamos el estómago. Nos gusta tanto el cine y después bienvenida sea la mayonesa.

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Casualidades insignificantes

Después de Bergman pasamos a la última película de su discipulo más aplicado: Woody Allen con "Match Point" (2005) . Cada vez que este director presenta una cinta nueva, los críticos se sientan a escribir que es la mejor de los últimos años o, por el contrario, que el talento de Woody Allen ya no es el mismo. ¿Por qué diablos vamos a esperar que Woody Allen haga una nueva "Annie Hall" en el 2007? He visto varias películas de este director, las antiguas y las recientes, y pienso que no podemos exigirle que cada una supere a la anterior. Hace una película por año con todo lo que eso significa: escribir un guión, conseguir dinero y actores (a los que les paga muy poco para lo que están acostumbrados), rodarla y postproducirla. Mientras va haciendo todo esto ya debe tener una idea en ciernes para su próximo film. Y, a pesar de todo, ninguna de sus películas me resulta decepcionante. Aunque, claro, están las mejores y las regulares.

"Match Point" demuestra que Woody Allen está en plena forma. Aunque se le ha comparado con "Crímenes y pecados", creo que las semejanzas se limitan a unos pocos detalles en ambas historias. "Match Point" es la primera película británica de Woody Allen, lo cual es bastante novedoso. Tiene un ritmo más calmado y mayor duración que lo acostumbrado. Aquí, la neurosis neoyorquina en los personajes es reemplazada por algo de contención y buenos modales británicos. ¡Pero al final son los mismos fantoches locos e infelices!

Con "Match Point", Allen da su respuesta a la vieja pregunta: ¿de qué depende más el éxito, del trabajo o la suerte? Él responde que la suerte y para ilustrarlo vemos una pelota de tennis que choca con la red, una pequeña casualidad hará que caiga a un lado o al otro de la cancha, es decir ganar o perder. Esta idea simple se reproduce nuevamente para resolver la historia. Una insignificante casualidad y el protagonista se libra del castigo y todo sigue siendo tranquilo y confortable.

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