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Tirate al mar y ahógate

Los adolescentes siempre serán admirados y temidos. Para el cine pocas cosas son más edificantes que la juventud perdida. Ya sea para su escarmiento o exaltación, el adolescente fue y será héroe en miles de fábulas. Para aquel que soporte el peso del futuro, más que del pasado; aquel que se desvela soñando con ser diferente pero que sufre por no parecerse a nadie, para todos ellos siempre habrá películas que canten sus penas o canciones que los pinten de cuerpo entero. O ambas cosas, como en este caso. Pete Townshend, el ambicioso líder de The Who, construyó su última ópera rock alrededor de un muchacho intranquilo de Londres, “Quadrophenia” (1973). Pocos años después, el debutante Franc Roddam adaptaría el relato, no en la forma de un musical, sino como una gran película en sus propios términos, “Quadrophenia” (1979).

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Monterey Pop: gente en movimiento

Por lo general, las filmaciones de conciertos se limitan a registrar a los músicos en escena. Aunque desplieguen una multitud de cámaras en todo rincón posible, la sutil seducción del lenguaje del cine siempre estará lejos de sus ambiciones. A veces hasta gustándote mucho la música, la frialdad de su contraparte visual hace que finalmente te aburras. En la cresta de mi gusto por el rock sesentero, vi “Monterey Pop”(1968) y conocí a la más maravillosa excepción. Una película de concierto que, además de musicalmente brillante, resultó ser una experiencia cinematográfica total.

“Monterey Pop” es consecuencia de la apoteosis del movimiento hippie. Ocurrido entre junio y septiembre de 1967, en la costa oeste de Estados Unidos, fue el llamado “summer of love”. Por ese tiempo el poder de la flor mostró su máximo colorido y aroma. Hordas de simpatizantes de otras ciudades se aglomeraron en San Francisco, la cuna de los hippies, para experimentar un estilo de vida totalmente diferente. Cuando el verano acabó muchos regresaron a casa llevándose consigo las revelaciones del amor, la paz y la marihuana. Los zarrapastrosos, entonces, dirían los de derecha, se multiplicaban por todo el país. La industria del cine, por su parte, no podía quedarse de brazos cruzados frente a este naciente y melenudo público, contrario a la Guerra de Vietnam. La contracultura hippie comenzaba a figurar en las grandes pantallas para su mayor exaltación. El documental “Monterey Pop” fue pionero en hacer de la juventud hippie objeto de fascinación cinematográfica. Preparó el camino para que después “Woodstock” (1970) se lleve la gloria de ser la película hippie por excelencia.
“Monterey Pop” es el encuentro feliz entre el director D. A. Pennebaker y el Monterey International Pop Music Festival, evento sin precedentes que congregaría a más de 200 mil personas atraídas por la música y la vibra del momento. Durante tres días, entre el 16 y 18 de Junio de 1967, en Monterey, California, el “verano del amor” recibió banda sonora definitiva por obra de los músicos que el festival engrandecería. Tendría, entre otros, a Jimi Hendrix en la cima de sus poderes; a Janis Joplin, frente a un público boquiabierto, en su primera actuación masiva; a The Who, traídos de Inglaterra para destrozar guitarras y patear tambores en suelo americano; a Jefferson Airplane con su espléndida cantante, Grace Slick; los sonidos azucarados de Simon and Garfunkel y The Mamas and the Papas; al enérgico Otis Redding por última vez en un escenario, tristemente moriría poco después en un accidente; y a Ravi Shankar, un músico traído de la India para satisfacer el hambre de misticismo del público.

El Festival de Monterey fue el primer, y quizá el único, ejercicio totalmente exitoso de la “utopía hippie” a nivel masivo. Demostraron que era posible congregar a miles bajo las banderas de la tolerancia, el repudio a la guerra y la adoración al rock, sin tener que lamentar algún incidente durante la convivencia. Algo importante ya que por esos años la policía ponía mil y un reparos a eventos como este, y en especial, si se trataba de gente poco amiga del jabón. El festival terminó las tres jornadas sin muertes por sobredosis, lo que terminó de asegurar el prestigio de la experiencia. Prestigio basado principalmente en la gran calidad de las presentaciones, algunas de ellas son ahora efemérides de la historia del rock, como la incineración de la guitarra por Jimi Hendrix o la perfomance de Janis Joplin, que la lanzaría a la fama sólo para acelerar la destrucción de su ser sufriente. Otra distinción que se lleva Monterey es haber sido el primer festival de rock a beneficio. Los músicos tocaron gratis, excepto Ravi Shankar que cobró, no por gusto se viaja desde la India. El material fílmico y las grabaciones siguen rindiendo dinero, cuarenta años después, para una fundación sin fines de lucro.
Tal éxito de organización dejó un magnifico precedente para intentar lo que vendría luego en la costa este, el Festival de Woodstock de 1969, que desbordó toda expectativa hasta volverse casi una fuerza natural. Favorito de la nostalgia hippie, Woodstock fue sin embargo el cierre de lo que Monterey inició en aquel lejano “verano del amor”. El mensaje de convivencia pacífica parecía haberse dañado con el recuento de los casos de sobredosis, accidentes e incluso muertes que se reportaron en Woodstock. Poco después, en diciembre de 1969, en el Altamont Free Concert, encabezado por los Rolling Stones, un asesinato propiciado por el alcohol y el racismo, ocurrido mientras la banda se presentaba, dio la estocada final a los ilusos sesentas.

Como a nosotros todo esto sólo nos consta por los registros fílmicos, si “Monterey Pop” no fuera tan buen documental el festival habría sido poco menos que olvidado. El responsable de esto es D. A. Pennebaker, un director que había sobresalido poco antes con “Don´t Look Back” (1967), un documental sobre la primera gira de Bob Dylan en Inglaterra. En “Don´t Look Back”, D. A. Pennebaker practicaba un estilo, por ese entonces novedoso, donde el personaje era retratado a través de sus propias acciones, discretamente registrado por una cámara en mano, sin intervención de entrevistas y narraciones. Hablamos del Cine Directo que tuvo en D. A. Pennebaker a uno de sus pioneros. El Direct Cinema propugnaba un tipo de documental que registrara la realidad con la menor alteración posible, donde la cámara no fuera una intrusa sino un ojo asomándose por la cerradura. El gran éxito de “Don´t Look Back” (1967), junto con la imagen ya legendaria de Bob Dylan, introdujo a D. A. Pennebaker en el mundo del rock. Era la elección obvia cuando los organizadores pensaron en un cineasta que registre el festival.
Para el proyecto de “Monterey Pop”, con los mejores equipos de grabación de sonido y varios camarógrafos a su disposición, D. A. Pennebaker retrataría toda una generación un par de décadas menor que él. Al contrario de lo que se prefiere hoy, registrar a los artistas desde la mayor cantidad de ángulos, Pennebaker se decidió por el uso frecuente del primer plano y el plano detalle. Una cámara fascinada con los pequeños elementos: cuerpos, rostros activados por la música, dedos animando instrumentos. Tanto que escasos planos pueden satisfacer secuencias enteras de un artista.

El público es tan importante como las estrellas sobre el escenario. Pennebaker se distrae constantemente con rostros y reacciones que encuentra entre la masa. Gente que no se sabe observada, comunicando su estado de ánimo de la manera más sutil. Por momentos el público se vuelve protagónico, y el documental se entretiene con la juventud de sus rostros, su vestimenta y sus gestos mínimos de bienestar. El retrato más optimista de una generación prometedora… pensar que ahora todos ellos deben estar tan viejos.

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This is Spinal Tap: rock cliché


La banda británica de heavy metal Spinal Tap sale de gira por Estados Unidos. Acaban de lanzar su último disco, "Smell the Glove " (huele el guante) y enfrentan problemas de censura con la portada: una mujer desnuda y en cadenas siendo abofeteada con un guante. El director de comerciales Marty DiBergi se une a la gira para hacer un rockumentary que, sin proponérselo, registrará la gran pérdida de popularidad de la banda. Aunque felizmente descubren que todavía tienen muchos fans en Japón.

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Cocksucker Blues: los muchachos salen de gira.

Irónica foto. Keith Richards posando a lado de un cartel que dice: "Paciencia, por favor. Una América libre de drogas es lo primero."

Las bandas de rock siempre han gustado de los documentales. Mandarse hacer películas serviciales que den fe de su talento o que glorifiquen su historia. Pero sólo con “Cocksucker Blues” (1972) de Robert Frank, el documental sobre rock mostró tal sinceridad que resultó vetado por quienes lo habían encargado: The Rolling Stones.

En 1969, una persona fue acuchillado mientras los Rolling Stones tocaban "Simpathy for the Devil" en el decadente Altamont Free Concert. Picones por no haber participado en Woodstock, a pesar de haber sido invitados, los Stones se propusieron hacer su propio festival, pero el resultado fue un desmadre total: un homicidio, dos muertos por accidentes, cientos de casos de sobredosis y violencia entre los hippies y la pandilla de motociclistas Hell Angels, contratados como personal de seguridad. Así pues la imagen de la banda había quedado dañada en los Estados Unidos. Las autoridades que nunca gustaron del rock and roll ni mucho menos de los movimientos pélvicos de Mick Jagger, los tenían en la mira y harían todo lo posible para impedir el ingreso de estos ingleses indeseables si volvían a pasarse de la raya.

En 1972, emprenderían una muy publicitada gira por Estados Unidos con el álbum “Exile in Main Street”, hoy para muchos su última obra maestra. Los Stones estaban en la cima de la popularidad, con The Beatles fuera de combate, comenzaron a ser llamados “la banda de rock más grande del mundo”, ya sólo les faltaba desprenderse de la fama de “chicos malos” que les enrostraban cada vez que ocurrían desmanes en sus conciertos. Sin embargo, tal vez ingenuamente llamaron a Robert Frank para hacer el documental de la gira. Si lo que quieres es dar una imagen amable de tu banda, que sea del agrado de los padres de tus fans, no se te ocurra contratar a Robert Frank. Él te apuñalará con su cámara por la espalda y con los pantalones abajo.

Robert Frank nació en una acomodada familia judía de Suiza que se mantuvo a salvo de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Se inició como aprendiz de un fotógrafo vecino de su edificio y a los 23 años emigró a Estados Unidos disgustado con la vida materialista que le ofrecía su familia. En 1948, viviendo como fotógrafo de modas en New York, se desanima del Sueño Americano al comprobar que sólo se trataba de competer por el dinero. Decide entonces seguir viajar y llega a los andes peruanos donde fotografía caminos polvorientos y campesinos en movimiento. Envía las fotos como regalo de cumpleaños a su mamá y otras las publicaría en un libro.

Regresa a Estados Unidos y hace malas juntas con Jack Kerouac y Allen Ginsberg de ese grupúsculo de escritores beatnik que gustaban aguarle la fiesta a la América de los 50´s, devota de la prosperidad. Frank comienza a recorrer Estados Unidos para retratar las tensiones raciales y de clase que contradecían ese optimismo. Su lente se desvía de las técnicas de fotografías aceptadas en su época, prefiere la penumbra, el desenfoque, la velocidad. Resultado de esta experiencia fue su libro más importante “The Americans” (1958) que muestra un Estados Unidos desolado y borroso.

En complicidad con su amigos Kerouac y Ginsberg se inicia en el cine con “Pull my Daisy” (1959) y haría otras películas incórdiales con el mainstream, hasta que conoce a los Rolling Stones para quienes fotografía lo que sería portada de “Exile on Main Street”. Después Robert Frank sería invitado a unirse al séquito de artistas, entre los que estaba también un alcohólico Truman Capote, con acceso total para documentar la gira. La libérrima pero discreta cámara de Frank en The Rolling Stones American Tour 1972 se deslizaría entre camerinos, cuartos de hotel, aviones y escenarios. El resultado sería “Cocksucker blues”, su película más conocida y sin embargo la única que hasta hoy no se estrena oficialmente.

"Cocksucker blues" ("El blues del chupapenes") es el título de una canción censurada, aquella que Jagger compuso en plan de joda y sólo por cumplir. El contrato de la banda con la disquera Decca se saldó con un tema sobre un homosexual que busca sexo en Londres, contada en los términos más directos. La elección de este título ya nos anticipa que Frank eligió el camino menos amigable: mostrar a la banda y sus acompañantes con una franqueza obscena.

“Cocksucker blues” es una muestra de lo que podía pasar cada vez que los Stones se montaban en la ruta. Los vemos en muchas situaciones que la mayoría de veces suceden lejos del escenario. La banda, el personal de la gira, los ejecutivos, los músicos de apoyo y, por supuesto, las groupies, se mezclan y conviven por semanas. Todo está permitido y el tiempo pasa demasiado lento, "Cocksucker blues" está hecha en parte de los ratos-de-terrible-aburrimiento que toda gira debe tener. Aquellos momentos en los que se mata el tiempo bebiendo, jugando a las cartas, drogándose o teniendo sexo en público con las fans más complacientes.

De tiempo en tiempo arriban a una ciudad, Jagger y Richards se maquillan, una rayita de coca y suben al escenario. "Cocksucker blues" registra presentaciones tanto deplorables, como Jagger cantando "Brown Sugar" en el peor estado de su voz, como soberbias como la versión de "Midnight Rambler" con Jagger en dominio de la armónica. En estos momentos la cámara de Frank baja al nivel del público, maravillada como todos de una banda brillante. Sigue bajando, espera afuera y cuando todo ha terminado conversa con el público, con los que no lograron entrar, con los revendedores. Y sigue descendiendo hasta toparse con los fans más marginales, aquellos que perdieron todo por el rock and roll y las drogas.

Nuevamente en el avión, los Stones y su gente cogen unos instrumentos y montan una fiesta con toda la intención de terminarla en orgía. Alguien levanta a una chica y comienza a quitarle la ropa, mientras ella se resiste entre carcajadas. Corte. El caos ya terminó: una muchacha se levanta del suelo con una mancha de semen en la espalda. El sexo es uno de los temas principales. En una de las primeras imágenes del film vemos a Jagger tocándose las bolas (por debajo del pantalón). Hay otras escenas de este tipo, pero no es nada de qué extrañarse y el sexo tampoco se libra de cierto tufo a tedio.

La otra gran pasión del personal son las drogas, y aquí vemos a Jagger y Richards fumando, aspirando o inyectándose en colectivo o como solistas. "Cocksucker blues" desmitifica a la estrella de rock, muestra lo que todos quieren ven, lo que incluso ya sospechaban, pero que nadie imaginaba tuviera tanto de soledad y aburrimiento. Los Stones son soldados que matan las horas hasta que son llamados nuevamente al frente. El brillo de las estrellas a veces es opaco.

Al ver el trabajo terminado, Jagger le dijo a Frank: "Hiciste un excelente película pero si dejamos que se presente en América, nunca más nos dejarán entrar". Entonces emprendieron una demanda para tomar control del documental y, desde luego, Frank perdió. Sin embargo, el “salomónico” veredicto permitía que "Cocksucker blues" se proyecte cinco veces al año siempre y cuando el director esté presente en la sala. No sabemos si Frank sacó provecho de esto y decidió convertirse en un cineasta viajero con los rollos de su película bajo el brazo. Lo que sí es seguro es que inmediatamente los fanáticos tomaron nota y corrieron rumores que "Cocksucker blues" era el mejor documental sobre rock and roll alguna vez filmado (y casi nunca visto). La película circuló por años en el mercado negro de Estados Unidos a través de copias en video. Ahora está disponible a todos pues algún anónimo la puso en libertad en Internet (tal vez fue el mismo Frank, quien sabe).

Seguramente "Cocksucker blues" será algún día estrenada por todo lo alto. Aunque para la leyenda de esta película subterránea ya poca importa volverse oficial. Además los Rolling Stones son ahora unos ancianos indestructibles con nada que perder, pues vencieron a todos, inclusive a ellos mismos.


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Stoned! (pero de la mala)

Que yo sepa es primera vez que una película de ficción recrea a los Rolling Stones, con esto ya tenemos razón suficiente para querer verla, ¿no? "Stoned" (2005) de Stephen Woolley intenta contar la "verdadera" historia de la muerte de Brian Jones, el fundador de la banda que fue encontrado muerto en el fondo de su piscina. Al principio todos pensaron que se trató de una metida de pata de Jones, que pasaba todo el día drogado, pero Frank Thorogood, un tipo que trabajaba en su casa, confesó "en su lecho de muerte" haberlo matado. Esta es la versión que toma la película.

La cosa sonaba interesante pero es un reto difícil. Para comenzar tenemos a estrellas tan conocidas como los Stones, como personajes, y un episodio importante de la mitología del rock: la muerte de Jones. Es decir, las expectativas del público son elevadas y creo que muchos sentirán que les han querido vender gato por liebre.

¿Que tenemos aquí? Una película sobre estrellas de rock. ¡Son tan parecidas unas de otras! Primero nos preguntamos ¿quién será suficientemente parecido a fulano como para interpretarlo? Después: los comienzos difíciles, la gran oportunidad, las fans, las drogas (infaltables y casi protagonistas), la pérdida del control, la decadencia, salvación o muerte. The End.

Si bien "Stoned" no es una película sobre los Rolling Stones, sino sobre Jones, se recrean algunos hechos con los otros miembros de la banda. Así podemos ver a los actores que interpretan a Mick Jagger y Keith Richards, ambos con perfil bajo y muy pocas líneas, pero tampoco se puede pedir más (hubiera sido peor, creo). La acción está concentrada en los meses anteriores a la muerte de Jones, su despido de la banda y el rápido hundimiento en las drogas y en la piscina.

Para animar la historia el director condimenta su película con gente linda, calateo a granel, secuencias musicales, vistosos viajes de LSD, es decir, toda la parafernalia de los 60´s, para por lo menos entretener el ojo y el oído. Un guión bastante light con frases como "el problema de la felicidad es que es aburrida", con lo que intentan resumir la filosofía de Jones, y algunos toques de documental (recortes de periódico, filmaciones de la época) como para que te vayas informando de algo y después no te vengan a sorprender y puedas contestar con certeza a la pregunta: ¿quién mató a Brian Jones?

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