“Se lo advertí, estúpidos”
“Se lo advertí, estúpidos” (“I told you so. You dammed fools”) era el epitafio que había pensado para sí H.G. Wells, un escritor que narraba el futuro. Este padre de la Ciencia Ficción ya lo había imaginado todo: extraterrestres catastróficos, paseos en el Tiempo, colonialismo lunar, mártires de la Ciencia y pesadillas en las que la civilización humana se quiebra por el vicio de la guerra. Masas de lectores seguían sus historias y esperaban ansiosos que en la próxima entrega la sensatez y la Ciencia salven al hombre de otro colosal aprieto del mañana. Naturalmente, el cine del futuro se ocuparía de representar a su antojo los sueños del viejo Wells, pero el escritor pudo en una oportunidad involucrarse profundamente en la realización de una película: “Things to Come” (La vida futura, 1936). Adaptando su propia novela, Wells contó las noticias de años que por entonces parecían muy distantes y que ahora están por llegar.
Mostrar este relato de tiempos hipotéticos tenía que estar a cargo de un maestro capaz de atrapar en un encuadre mundos que nadie había visto: William Cameron Menzies. Desde sus comienzos como director de arte en películas mudas, Menzies mostró lo ambicioso que podía ser el diseño en una película que pretende seducir con realidades fastuosas e inaccesibles. Su primer gran trabajo fue “El ladrón de Bagdad” (1924) para el que diseñó un ensueño de torres, escaleras interminables y cúpulas, que marcó la forma en que la gente imaginaría “las mil y una noches” en adelante. Se ganó el “Oscar” a la Mejor Dirección de Arte por “The dove” (1927), cuando la estatuilla ni siquiera existía y el premio era una cena, en la primera ceremonia del Academy Awards en 1929. Su talento llegó a su punto máximo en la que sería la película más famosa de la historia, “Lo que el viento se llevó” (1939). Inventaron para él un crédito que pueda abarcara la importancia de su trabajo: “Production Designer”. El conductor de un estilo visual que se despliega en cada plano a través de decorados, escenografías, maquillaje y vestuarios.
Predispuesto por el poder de sus diseños al cine de fantasía, su primera comisión como director fue con el ambicioso proyecto de Ciencia Ficción, “Things to come”. Pero Menzies no se sentía a gusto con dirigir actores, prefería en cambio coreografiar multitudes para un plano general. Tampoco le gustaba pasarse horas en la sala de edición, sino dirigir la construcción de otro escenario. Por esto, Wells lo consideró un incompetente al darse cuenta que su guión peligraba en manos de un director al que no le gustaba escuchar diálogos. Por esta razón, la productora otorgó a Wells el poder de influir en todos los aspectos del film, confiando que al mismo tiempo Menzies compensaría de sobra la escasa imaginación visual del escritor. Por lo tanto, “Things to come” es obra de un escritor y un diseñador. Uno con moralejas sobre la guerra y el progreso, y el otro articulando cientos de extras e imaginando maquinarias futuristas.
H. G. Wells había avistado que en el devenir de la civilización humana un ingrediente se estaba volviendo cada vez más crucial, las máquinas. El control sobre la tecnología se volvía el más evidente indicador de poder entre las naciones y entre las clases sociales. H. G. Wells fue un socialista convencido durante toda su vida y sus escritos exhortaban a un mundo donde triunfara la igualdad y donde la Ciencia estuviera por encima de la Política. La tecnología sería entonces el triunfo de la razón que conduciría a la igualdad entre los hombres. Pero en los años que vivió Wells, principios del Siglo XX, el panorama no era para nada igualitario y no lo es hasta el día de hoy. El escritor advertía que las máquinas no eran sino agentes trágicamente más eficaces en defender los intereses de quienes las construyeron. Y si esos intereses tenían ánimo de guerra, la tecnología en sus manos multiplicaba violentamente su capacidad de imponerse.A lo largo de su vida, Wells presenció dos guerras mundiales y lamentó que su tiempo parecía haberse emborrachado con el poder de la máquina, y como todo borracho estaba dominado por sus pasiones. Para el momento de “Things to come” (1936), Wells tenía una urgente predicción que hacer: una nueva guerra mundial se avecinaba. Acertó.
El protagonista de “Things to come” es el tiempo. El escenario es un pueblo/estado llamado didácticamente Everytown. El futuro empieza en los años 40. En una noche de Navidad, dos amigos discuten sobre la proximidad de una nueva guerra. El optimista la descarta, pero si así fuera “las guerras sirven para el progreso”, afirma y se pone a cantar un villancico. El otro está convenido que se les viene el mundo encima. Minutos después suenan las sirenas, qué nadie salga de su casa. En Navidad, Everytown sufrirá un ataque aéreo. Sin necesidad de explicar las razones, la guerra se hace global y se extiende por décadas. La humanidad retorna a la barbarie para cuando una epidemia, “la enfermedad errante”, esparcida como arma biológica por uno de los bandos, elimina a la mitad de la población mundial. Para 1970, Everytown ha vencido a la enfermedad disparando contra todos los infectados que vagan como zombies entre los escombros. El líder de Everytown es ahora un warlord, un señor de la guerra, que gobierna al estilo matonesco. Su objetivo principal es lograr reparar sus aviones para lanzar un ataque final contra “la gente de las montañas”. Pero la tecnología ya es un recuerdo lejano, el combustible es escaso y hace mucho tiempo que nadie ve algún vehículo surcar el cielo. Pero, de repente, como venido de otro tiempo, retorna a Everytown un tal John Cabal (uno de los que estaba en aquella conversación en esa funesta Navidad), en su modernísimo avión personal y su atuendo hi-tech. Representa a una organización llamada “Alas sobre el mundo”, dirigida por hombres de Ciencia que está refundando la civilización en base a la razón y el progreso, y limpiando el mundo de los tiranuelos sobrevivientes. El caudillo lo toma prisionero, y lo presiona para que utilice su conocimiento en reparar su flota de viejas avionetas pero fracasa. Pronto “Alas sobre el mundo”, con sus cientos de aviones y sus gases que no envenenan sino hacen dormir, liberará a Everytown. Comienza otra era, de paz, grandes edificios y dominio de la razón. Son las primeras décadas del siglo XXI y un sector de la población ya está harto del progreso y de su sed de desafíos. Un movimiento se alza contra los planes de lanzar un cohete tripulado a la Luna. “¿Es que nunca llegará una era de felicidad?”, se preguntan, “¿es que nunca descansaremos?”. “Para el hombre no hay descanso ni final, debe continuar conquista tras conquista y aún así seguirá siendo el comienzo”, responde el líder progresista. “Todo el universo o nada. ¿Cuál de las dos será?”. Si bien Wells nos otorga una conclusión edificante, a su estreno seguramente el público salía del cine de lo más preocupado. De esta especulación futurista la única parte que les tocaría sería una guerra mundial que ya estaba a la vuelta de la esquina. Tal vez por eso, “Things to come” resultó un fracaso de taquilla.
En gran medida “Things to come” es una obra de propaganda, pero del tipo menos efectivo. Wells no era un escritor que privilegiara la belleza del lenguaje sobre la didáctica. Parece lógico que su primer acercamiento al cine resultara anti-dramático y hasta sermoneador. Ninguna línea de diálogo fue escrita en vano y todos los personajes fueron creados para vestir ideas. La civilización del 2036, imaginada por Wells, es una superciudad subterránea y de color blanco electrodoméstico, regida por un socialismo frío y al parecer autoconsciente de su destino. Una niña recibe una lección de Historia y se complace con “todo lo que han inventado por hacer la vida más encantadora”. Cada aspecto de la vida es regida por la dictadura de la Ciencia, donde las vidas y acciones individuales no pueden detener el avance de la Humanidad. La naturaleza tampoco puede ser un obstáculo, por el contrario el progreso del hombre se mide por su capacidad de doblegarla y utilizar sus recursos. Una visión lamentable cuyas consecuencias estamos padeciendo ahora, y eso ni Wells lo podía imaginar.
Frente a esto, Menzies no se complicó la vida y hace lo que más sabe: crear escenarios extraordinarios. Se trata de una película de alto presupuesto para su época, y aunque su filosofía nos puede parecer ingenua, su puesta en escena es sobresaliente. Arquitectura del mañana, pantallas de televisión, vehículos voladores, industria futurista y multitudes. Tantos detalles lo tuvieron ocupado, que la dirección de actores para Menzies pasó a segundo plano.
A pesar de sus defectos, “Things to Come” contribuyó en mucho a fundar la Ciencia Ficción en el cine. Es una de las primeras películas del género que se atreve a explorar “grandes ideas” y al mismo tiempo está en sintonía con las preocupaciones de su época. Podemos considerarla un ancestro de “2001: A Space Odyssey” pues ya muestra varias de sus virtudes: ambición visual, frialdad emocional, estructura episódica y reflexión sobre la condición humana Por último, “Things to come” concluye en lo que es una constante en la Ciencia Ficción: el viaje al espacio como el peldaño más elevado de la transcendencia humana.
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Mostrar este relato de tiempos hipotéticos tenía que estar a cargo de un maestro capaz de atrapar en un encuadre mundos que nadie había visto: William Cameron Menzies. Desde sus comienzos como director de arte en películas mudas, Menzies mostró lo ambicioso que podía ser el diseño en una película que pretende seducir con realidades fastuosas e inaccesibles. Su primer gran trabajo fue “El ladrón de Bagdad” (1924) para el que diseñó un ensueño de torres, escaleras interminables y cúpulas, que marcó la forma en que la gente imaginaría “las mil y una noches” en adelante. Se ganó el “Oscar” a la Mejor Dirección de Arte por “The dove” (1927), cuando la estatuilla ni siquiera existía y el premio era una cena, en la primera ceremonia del Academy Awards en 1929. Su talento llegó a su punto máximo en la que sería la película más famosa de la historia, “Lo que el viento se llevó” (1939). Inventaron para él un crédito que pueda abarcara la importancia de su trabajo: “Production Designer”. El conductor de un estilo visual que se despliega en cada plano a través de decorados, escenografías, maquillaje y vestuarios.
Predispuesto por el poder de sus diseños al cine de fantasía, su primera comisión como director fue con el ambicioso proyecto de Ciencia Ficción, “Things to come”. Pero Menzies no se sentía a gusto con dirigir actores, prefería en cambio coreografiar multitudes para un plano general. Tampoco le gustaba pasarse horas en la sala de edición, sino dirigir la construcción de otro escenario. Por esto, Wells lo consideró un incompetente al darse cuenta que su guión peligraba en manos de un director al que no le gustaba escuchar diálogos. Por esta razón, la productora otorgó a Wells el poder de influir en todos los aspectos del film, confiando que al mismo tiempo Menzies compensaría de sobra la escasa imaginación visual del escritor. Por lo tanto, “Things to come” es obra de un escritor y un diseñador. Uno con moralejas sobre la guerra y el progreso, y el otro articulando cientos de extras e imaginando maquinarias futuristas.
H. G. Wells había avistado que en el devenir de la civilización humana un ingrediente se estaba volviendo cada vez más crucial, las máquinas. El control sobre la tecnología se volvía el más evidente indicador de poder entre las naciones y entre las clases sociales. H. G. Wells fue un socialista convencido durante toda su vida y sus escritos exhortaban a un mundo donde triunfara la igualdad y donde la Ciencia estuviera por encima de la Política. La tecnología sería entonces el triunfo de la razón que conduciría a la igualdad entre los hombres. Pero en los años que vivió Wells, principios del Siglo XX, el panorama no era para nada igualitario y no lo es hasta el día de hoy. El escritor advertía que las máquinas no eran sino agentes trágicamente más eficaces en defender los intereses de quienes las construyeron. Y si esos intereses tenían ánimo de guerra, la tecnología en sus manos multiplicaba violentamente su capacidad de imponerse.A lo largo de su vida, Wells presenció dos guerras mundiales y lamentó que su tiempo parecía haberse emborrachado con el poder de la máquina, y como todo borracho estaba dominado por sus pasiones. Para el momento de “Things to come” (1936), Wells tenía una urgente predicción que hacer: una nueva guerra mundial se avecinaba. Acertó.
El protagonista de “Things to come” es el tiempo. El escenario es un pueblo/estado llamado didácticamente Everytown. El futuro empieza en los años 40. En una noche de Navidad, dos amigos discuten sobre la proximidad de una nueva guerra. El optimista la descarta, pero si así fuera “las guerras sirven para el progreso”, afirma y se pone a cantar un villancico. El otro está convenido que se les viene el mundo encima. Minutos después suenan las sirenas, qué nadie salga de su casa. En Navidad, Everytown sufrirá un ataque aéreo. Sin necesidad de explicar las razones, la guerra se hace global y se extiende por décadas. La humanidad retorna a la barbarie para cuando una epidemia, “la enfermedad errante”, esparcida como arma biológica por uno de los bandos, elimina a la mitad de la población mundial. Para 1970, Everytown ha vencido a la enfermedad disparando contra todos los infectados que vagan como zombies entre los escombros. El líder de Everytown es ahora un warlord, un señor de la guerra, que gobierna al estilo matonesco. Su objetivo principal es lograr reparar sus aviones para lanzar un ataque final contra “la gente de las montañas”. Pero la tecnología ya es un recuerdo lejano, el combustible es escaso y hace mucho tiempo que nadie ve algún vehículo surcar el cielo. Pero, de repente, como venido de otro tiempo, retorna a Everytown un tal John Cabal (uno de los que estaba en aquella conversación en esa funesta Navidad), en su modernísimo avión personal y su atuendo hi-tech. Representa a una organización llamada “Alas sobre el mundo”, dirigida por hombres de Ciencia que está refundando la civilización en base a la razón y el progreso, y limpiando el mundo de los tiranuelos sobrevivientes. El caudillo lo toma prisionero, y lo presiona para que utilice su conocimiento en reparar su flota de viejas avionetas pero fracasa. Pronto “Alas sobre el mundo”, con sus cientos de aviones y sus gases que no envenenan sino hacen dormir, liberará a Everytown. Comienza otra era, de paz, grandes edificios y dominio de la razón. Son las primeras décadas del siglo XXI y un sector de la población ya está harto del progreso y de su sed de desafíos. Un movimiento se alza contra los planes de lanzar un cohete tripulado a la Luna. “¿Es que nunca llegará una era de felicidad?”, se preguntan, “¿es que nunca descansaremos?”. “Para el hombre no hay descanso ni final, debe continuar conquista tras conquista y aún así seguirá siendo el comienzo”, responde el líder progresista. “Todo el universo o nada. ¿Cuál de las dos será?”. Si bien Wells nos otorga una conclusión edificante, a su estreno seguramente el público salía del cine de lo más preocupado. De esta especulación futurista la única parte que les tocaría sería una guerra mundial que ya estaba a la vuelta de la esquina. Tal vez por eso, “Things to come” resultó un fracaso de taquilla.
En gran medida “Things to come” es una obra de propaganda, pero del tipo menos efectivo. Wells no era un escritor que privilegiara la belleza del lenguaje sobre la didáctica. Parece lógico que su primer acercamiento al cine resultara anti-dramático y hasta sermoneador. Ninguna línea de diálogo fue escrita en vano y todos los personajes fueron creados para vestir ideas. La civilización del 2036, imaginada por Wells, es una superciudad subterránea y de color blanco electrodoméstico, regida por un socialismo frío y al parecer autoconsciente de su destino. Una niña recibe una lección de Historia y se complace con “todo lo que han inventado por hacer la vida más encantadora”. Cada aspecto de la vida es regida por la dictadura de la Ciencia, donde las vidas y acciones individuales no pueden detener el avance de la Humanidad. La naturaleza tampoco puede ser un obstáculo, por el contrario el progreso del hombre se mide por su capacidad de doblegarla y utilizar sus recursos. Una visión lamentable cuyas consecuencias estamos padeciendo ahora, y eso ni Wells lo podía imaginar.
Frente a esto, Menzies no se complicó la vida y hace lo que más sabe: crear escenarios extraordinarios. Se trata de una película de alto presupuesto para su época, y aunque su filosofía nos puede parecer ingenua, su puesta en escena es sobresaliente. Arquitectura del mañana, pantallas de televisión, vehículos voladores, industria futurista y multitudes. Tantos detalles lo tuvieron ocupado, que la dirección de actores para Menzies pasó a segundo plano.
A pesar de sus defectos, “Things to Come” contribuyó en mucho a fundar la Ciencia Ficción en el cine. Es una de las primeras películas del género que se atreve a explorar “grandes ideas” y al mismo tiempo está en sintonía con las preocupaciones de su época. Podemos considerarla un ancestro de “2001: A Space Odyssey” pues ya muestra varias de sus virtudes: ambición visual, frialdad emocional, estructura episódica y reflexión sobre la condición humana Por último, “Things to come” concluye en lo que es una constante en la Ciencia Ficción: el viaje al espacio como el peldaño más elevado de la transcendencia humana.
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Cómo conseguirla:Está en Emule. Buena calidad y subtítulos
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6 comentarios:
Buena pelicula... no sabia que era de Wells. La saqué de archive.org, por si alguien se lia con el emule:
http://www.archive.org/details/CEP162
http://www.archive.org/details/MysteryOfTheLeapingFish_348
no se si la encontre en este blog, pero es la risa!!
La desconocía por completo. Magnifico articulo.
Yo me referiría a lo hecho por R. Bedoya con la frase: “Casi todos los médicos tienen sus enfermedades favoritas”. La discriminación no tiene antiviral como la gripe porcina.
Sería bueno saber (más allá de publicar la carta de Derteano) la postura de Cinencuentro.
http://www.cinencuentro.com/2009/05/19/el-premio-pura-polemica/#comment-139401
"Se lo advertí, estúpidos"
(el "los" es una falta gramatical en este caso).
Perdona que mi comentario resulte pedante, pero es que chirría demasiado.
Por lo demás, el blog me encanta.
Un saludo.
Hola Andrés,
al tiempo que me doy una vuelta por aqui.
La ciencia ficción es una buena forma de decir algo sobre el futuro, o cómo cree uno que las cosas terminarán si todo sigue igual, además de narrar una historia.
En el tiempo de Wells la gente obsesionada con las máquinas, ¿En estos tiempos qué es? ¿la razón y el progreso?
muy buen artículo, me gusta tu estilo en este post
bajaré la película, parace interesante.
ya es hora de un nuevo especial, no
saludos
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