Viva la muerte
Las camisas azules ya desfilaban por las ciudades derrotadas. La guerra en España acababa de terminar y los vencedores se relamían por liquidar a sus últimos enemigos. “¡Viva la muerte!”, gritaban necrofílicos los altoparlantes en los pueblos. Tú, comunista, enemigo de Dios, que te escondes en un sótano, protegido temerosamente por tus familiares, te vamos a encontrar y te vamos a meter una bala por el culo. “Así tengamos que matar a la mitad de la población”. Un niño, llamado Fernando Arrabal, perdió a su padre. Fue llevado a prisión en espera del plomo. Por ahí dicen que logró fugarse, pero nadie lo volvió a ver. Mucho tiempo después, cuanto Francisco Franco y su régimen ya desfallecían de senectud, Arrabal realizó un film de vena surrealista inspirado en su infancia de pesadilla que nadie podría ver en la España dormida. “Viva la muerte” (1970).
Fernando Arrabal es poco más que un personaje pintoresco en su patria. Aunque él diría que su verdadero país es el exilio, concretamente Francia donde ha vivido desde siempre. Ha dirigido varias películas, pero en España lo que más se ha visto de él es un video de Youtube donde se presentó borracho a más no poder como invitado en un programa de entrevistas. Arrabal siempre fue enemigo de la seriedad. Frente al escritorio y fuera de él, se salió con la suya. Durante su juventud se alió con otros zafados, como Alejandro Jodorowsky, para fundar un grupo de filiación surrealista llamado Movimiento Pánico. Según Arrabal, su pandilla perseguía “una manera de expresión presidida por la confusión, la memoria, la inteligencia, el humor y el terror”. En una época de euforia artística en Europa, el joven Arrabal llamó la atención desde París con su teatro de violento humor y ganas de perturbar el orden de las cosas. Tanto que, en 1967, en una visita imprudente a España, Franco lo mandó arrestar por hacerse el gracioso. Escribió “me cago en Dios” en la dedicatoria de un libro y el atrevimiento le costó una condena por doce años. Gracias a su fama como dramaturgo, destacados colegas suyos como Gabriel Marcel, Samuel Beckett y Eugène Ionesco (que Franco también habría encarcelado de mandar en Francia), intercedieron por su libertad y soltaron al blasfemo al cabo de un mes.Muy pronto su nombre figuraría en la lista de los españoles “más peligrosos”. Prohibido estaría de retornar a España y su nombre sólo podría ser mencionado con fines difamatorios.
“Viva la muerte” (1970), su primera película hecha en el exilio, le debe mucho a Franco, al profundo estado de represión que ocasionó especialmente durante los primeros años de la post-guerra. Es una película con mucho de autobiografía, pero no solamente de los hechos que le ocurrieron, como de las angustias y las turbulentas fantasías que ocuparon su mente de niño. Podemos comprender, una vez más, que quien fue criado en la obediencia más ciega a las reglas será el primero más adelante en querer destruirlas.
Al pueblo de Fando llegan las tropas falangistas victoriosas. La guerra ha terminado y ahora la tarea es reprender a los “traidores” sobrevivientes, villa por villa. Su madre, católica devota, denuncia a su marido por haber combatido de lado de quienes quemaban iglesias. Así que es detenido y llevado a prisión. Fando no termina de entender por qué su padre es ahora considerado un adversario de Dios, una persona para quien lo más conveniente es la muerte. En su casa, excepto por un viejo tío que también simpatiza con los republicanos, las mujeres ejercen control a través de reprimendas y devoción. En la escuela, el castigo es el método de enseñanza preferido. Hasta los juegos de los niños giran alrededor del dolor físico o la mutilación de animales. Fando vive bajo la autoridad culposa de su madre y al mismo tiempo se siente fascinado y resentido con ella. Entonces, el niño comenzará a realizar gestos mínimos de protesta contra el destino impuesto a su padre. En sus juegos, pone a sus muñecos a representar el juicio y ejecución de su padre; encuentra su pipa favorita, la lleva consigo y pretende fumar en ella, como negando su desaparición; se sube a una torre del pueblo y orina desde ella.
Alternadas con la presentación de estos hechos, que bastarían para hacer de esta película lo suficientemente impactante, transcurre una serie de “visiones” con las que Arrabal debe haber gozado. Mientras Fando resiste la agresión de un entorno familiar que odia su padre y, de alguna forma, también a él por ser su hijo y negarse a olvidarlo; se nos muestra a cada momento la expresión de un mundo interior afiebrado. Son secuencias desafiantes en las que Fando (o el director) imagina maneras en que su padre pudo haber sido ejecutado. Imagina también a su madre cagando sobre la cabeza del marido, o extirpando los testículos de un toro para luego rematar al animal. Los simbolismos son claros y descarnados. No poner la otra mejilla, sino devolver la cachetada contra el catolicismo y los militares por su complicidad con el genocidio y la traición. Vemos a un cura repartiendo fusiles y luego comiéndose sus testículos, agradeciendo a Dios por semejante platillo. Mientras tanto, en el plano realista todo se contamina de desesperación, la matanza continúa y Fando presencia la ejecución de Federico García Lorca, con bala en el culo incluida. La madre pide ser flagelada por su hijo. Un niño come pan con gusanos.
Hasta ahora no había conocido una película que plasmara de manera tan tajante la pérdida de la inocencia, ese adiós a la infancia. Arrabal no lo impulsa la simple oposición, no es una película de protesta política clásica, “Viva la muerte” es más bien es un delirio por decepción. Dios dejó de creer en ti, tu madre te niega la capacidad de sentir, tu pueblo te entierra en vida. Es el dolor por el derrumbe de las certezas que te cobijaron. Entonces sólo queda la extrañeza, jugar entre los escombros, salir a buscar respuestas en el sinsentido, como el bufón o el loco. Arrabal amó profundamente los castillos que dinamitó.
Murió Franco. España reabrió sus puertas, pero Arrabal ya era un auto exiliado de por vida y en su país tampoco encontraría mucha acogida. Recibe algunos premios importantes pero sus críticos lo ningunean. Lo acusan de mal gusto, de escatológico, de llevar la contra todo el tiempo, de no tener bandera. Pocos autores españoles gozan de un desprestigio tan sólido. Pero Arrabal no ha dejado de ejercitar la muñeca. Dicen que a la fecha escribió 800 (!) libros de poesía, además de muchas piezas teatrales y otras seis películas. Él sigue proclamando: “soy peatón, no poeta”.
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7 comentarios:
Parece ser "terrible" película, bajando y luego comentando!
Saludos fraternos desde el sur!
Hola
Soy administradora de un directorio y tengo que decir que me ha gustado su página La tetona de Fellini. Por ello, me encantaría contar con tu sitio en mi directorio, consiguiendo que mis visitantes entren también en su blog.
Si estás de acuerdo. Házmelo saber, nayadita.narvaez@hotmail.com.
Suerte con tu blog y que tengas una excelente semana!
Arrabal es un cínico y un anarquista, además de írsele mucho la olla; a pesar de eso no deja de ser un tío muy inteligente. Un saludo y buen post.
Realmente, aquí en España a Arrabal prácticamente ni se le tiene en cuenta... Pero es algo habitual con muchos de los intelectuales que han ido apareciendo, y especialmente con los que se negaron a bajarse los pantalones ante ningún poder.
Respecto a la peli, no deja de ser curiosa la relación del nombre de Fando, que también usaría en otras obras suyas como es el caso de Fando y Lis, así como también el mismo tema, también en El Árbol De Guernica. Y todo eso dejando de lado que su obra también comprende óperas, y ensayos... Todo un genio olvidado y escondido.
No sé cómo llegué a este blog, pero me lo guardo en "Favoritos".
Me despertaste la curiosidad de conocer más sobre la obra de Arrabal.
Un saludo desde Buenos Aires
Pablo
Me gusta tu blog. Enhorabuena.
Venga ver mi blog brasileño sobre el cine clásico.
Saludos
www.ofalcaomaltes.blogspot.com
si esta en este blog habrá que verla
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