Utopia en el Planeta Rojo
“Aelita” está considerada la primera película de Ciencia Ficción sovietica y, en general, es una de las antecesoras más remotas que tiene este género. Se invirtió en ella no pocos rublos en vestuarios y decorados, inspirados en lo último del diseño vanguardista, y argumentalmente se tomó el lujo de usar del cliché de “era un sueño” cuando aún estaba muy lejos de ser un cliché. Fue un gran éxito de público. Es muy posible que Fritz Lang haya recibido su influencia en el diseño futurista de la occidental “Metropolis” (1927). Pero las autoridades sovieticas nunca le tuvieron mucho aprecio. En la década siguiente, entrevieron en “Aelita” insinuaciones incómodas a la corrupción del poder, y la destinaron a un largo reposo en el Archivo, de donde pudo escapar recién cuando la Guerra Fría terminaba de derretirse.
Un extraño mensaje de radio venido del espacio es transmitido a la Tierra, el ingeniero Los es quien lo capta en Moscú. A medida que la obseción de Los por descifrar el mensaje va en aumento, su matrimonio con Natasha, una abnegada enfermera del Soviet, se va desmoronando. Erlich, un aristócrata oportunista, está cortejando a Natasha con éxito inminente. Mientras tanto, en Marte, tenemos a Aelita, la reina de una sociedad totalitaria cuyo proletariado es guardado en refrigeradores cuando ya no es necesario. Tuskub, padre de Aelita, es el tirano que realmente gobierno. Eludiendo prohibiciones, Aelita observa a través de un telescopio marciano la vida humana en la Tierra. Se impresiona de la costumbre de besar y luego fija su atención en el ingeniero Los, que al mismo tiempo ha comenzado a fantasiar con una reina de Marte que lo observa enamorada.
Mientras tanto, en Moscú, el desalentado Los decide alejarse de su esposa y acepta trabajar en la construcción de una represa por varios meses. Al regresar busca reconciliarse con Natasha, pero al parecer ya es tarde, y le dispara en un ataque de celos. Fugitivo, se disfraza de un colega suyo, Spiridonov, y se dispone a construir un cohete para viajar a Marte, donde podrá reunirse con Aelita. Junto con Gusev, un revolucionario aburrido de su vida de casado, emprende el viaje. Aelita y Los se unen al fin, pero Gusev es hecho prisionero. En prisión, Gusev incita a los trabajadores apresados a levantarse. Aelita se ofrece a liderar la revolución para derrocar a Tuskub. Pese a la oposición de Gusev, que teme que la monarquía suplante a la tiranía, el levantamiento triunfa. Mientras Los, alterado por la culpa, ha empezado a ver en Aelita la imagen de su esposa. Tal como se predijo, Aelita ahora quiere controlar el poder absoluto, pero en un confuso forcejo, Los arroja a Aelita/Natasha por las escaleras. De repente, el ingeniero Los despierta de un sueño en la estación de trenes, poco después de haber disparado contra su mujer. El viaje a Marte era una fantasía de su mente alterada, y aquel mensaje marciano era simplemente un slogan de una publicidad capitalista.
En la interpretación “oficial” de “Aelita” prevaleció la crítica al intelectual de educación burguesa, que en lugar de comprometerse con el rumbo materialista de su pueblo, pierde el tiempo, por ejemplo, soñando con viajar al espacio. El aislamiento y egoismo de Los contrasta con el paisaje general de la película: obreros partiéndose el lomo en levantar construcciones, enfermeras infatigables y masas marchando en conmemoraciones. Mientras tanto el impulsivo Los sólo quiere irse al planeta rojo.
Sin embargo, Protazanov tampoco era un “hombre del régimen” y no pretendía hacer de “Aelita” una película de propaganda elemental. Desde otra lectura, mientras Moscú representa las obligaciones domésticas, el compromiso con el progreso; Marte significa el escape a la fantasía, y en particular, un consuelo para una vida sentimental frustrante. Tanto como Los como Gusev, revolucionarios en Marte, son hombres fracasados en lo conyugal, lo que da cabida a una incómoda sugerencia: ¿La revolución es liderada por hombres insatisfechos en su vida personal? ¿Los bolcheviques son simplemente personas impacientes? Además de esto, hay en “Aelita” cierto escepticismo sobre el destino de la revolución. La intención de la reina Aelita de traicionar al pueblo y volver a un sistema tiránico, parece una anticipación del desencanto de muchos en una Unión Soviética conducida por la mano dura de Stalin.
Al mismo tiempo, “Aelita” contiene un ingrediente personal que parece favorecer las interpretaciones menos propagandísticas. Tanto como Protazanov, como Alexei Tolstoi, pariente del famoso León Tolstoi, autor de la novela en la que se basa libremente la película, son hombres que luego de una larga estadía en Occidente optaron por retornar a su patria bajo el nuevo régimen. Ambos, como el ingeniero Los, fueron artistas atrapados entre el Pasado, el individualismo permitido para el intelectural en el tiempo de los zares, y el Presente, donde todo exceso de fantasía era un vicio a erradicar.
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