Viaje a la luna: viaje a la semilla


La primera vez que vi la famosa imagen del rostro de la luna con un cohete incrustado en un ojo fue en un video clip de música pop que circuló por canal 7, a mediados de los noventa. Años después, la volví a encontrar en un libro de historia del cine, junto a ese otro ojo acuchillado por Buñuel, esta vez atribuida a la película "El Viaje a la Luna" (1902) de George Melies. El hallazgo fue doble: aquella era la primera película de ciencia ficción de la historia. La primera fantasía plasmada en celuloide que ojo alguno pudo ver.

Por fin, me ha tocado verla. En todo este tiempo leí cantidad de referencias en separatas universitarias y hasta un amigo que me la había contado de principio a fin (bueno, sólo dura catorce minutos), así que "El Viaje a la Luna" no podía venir con mejores recomendaciones.

"Le Voyage Dans La Lune" es un viaje a la semilla del cine, al tiempo en que nadie imaginaba que aquella curiosidad de feria sería llamada más arte "séptimo arte". Nadie, y tal vez ni siquiera el mismo Melies. Mago de oficio y vinculado al mundo del espectáculo, Melies había estado experimentando con el recién inventado rollo de cine y realizó una gran cantidad de cortos. En ellos comenzaban a balbucear los principios básicos del lenguaje cinematográfico y las primeras técnicas de efectos especiales. El montaje, las disolvencias, los fundidos dieron a este recién nacido arte sus primeros poderes. Pero cuando Melies realizó "El Viaje a la Luna", el cine reveló la mayor de sus armas: la representación de mundos irreales. Se nos ofrecía la posibilidad de ver situaciones que antes sólo podían ser soñadas.

Sin embargo, para nuestros ojos del siglo XXI, cansados de ver tantos sueños pasar, "El Viaje a la Luna" nos puede parecer el más ingenuo. En esta corta fantasía, vagamente inspirada en la novela "De la Tierra a la Luna" de Julio Verne, un grupo de barbones científicos discute una manera de llegar al astro. Deciden entonces construir una cápsula que será disparada por un gran cañón con gran potencia. Es delicioso el momento en que hacen el lanzamiento. Hay una ceremonia donde una escolta sostiene la bandera francesa, Melies no sospechaba quién ganaría finalmente la carrera espacial.

Naturalmente, el proyectil aluniza en el ojo del astro. Los científicos descienden y maravillados contemplan la Tierra en la lejanía. Pero los problemas no se hacen esperar, aparecen los hostiles selenitas: humanoides con tenazas en lugar de manos y que se desplazan con acrobacias. Por suerte el jefe de los científicos descubre que con el golpe de un paraguas los enemigos se vuelven literalmente humo. Gran momento para la platea: la primera "guerra de los clones". Al principio los bichos son doblegados a punta de paraguazos, pero acuden muchos y capturan a los científicos. Atados de manos, son llevados ante el Rey de los selenitas. Pero al parecer esos seres tan inconsistentes no son capaces de hacer buenos nudos y el jefe se libera, levanta el cuerpo del Rey y lo lanza contra el suelo. El Rey se hace humo.

Los científicos corren en retirada hasta la nave que desciende por un precipicio hasta terminar de vuelta en la Tierra. Pero, ¡atención!, el precoz ojo comercial de Melies deja la posibilidad de una secuela. Antes de caer, un selenita se prende de la nave y con él regresan a nuestro planeta.

Responsable absoluto de sus creaciones, Melies produce, dirige, escribe y hasta actúa en esta película corta. El manejo de la cámara es primitivo. No hay primeros planos, la cinta se compone de un serie de sketchs, con la cámara fija en plano general. Como se trata de un film mudo que además no tiene carteles, los actores enfatizan sus expresiones con gestos y movimientos exagerados. Tropezones y persecuciones son los recursos dramáticos más efectivos. La representación de la superficie lunar es alucinante: un terreno casi selvático donde los champiñones miden dos metros. Trucos fílmicos como la sobreposición y la desaparición de objetos (que hasta ahora no sé cómo se hacen), deben haber hecho las delicias del público.

En 1895, Lumiere filma a unos obreros saliendo de una fábrica e inaugura el cine, como medio para registrar la realidad. En 1902, el mago Melies hizo que registrara lo insólito y hasta ahora el mundo se lo agradece.

7 comentarios:

Oscar Pita Grandi dijo...

Todo un clásico!!!

Cinéfilobo dijo...

***
Felicidades por el blog!!
Bienvenido a cinecondeniz eres orgullosamente parte de mis links. Seguimos en contacto. Saludos Tequileros.

Anónimo dijo...

Es como un raro sueño en el que suceden cosas raras pero lógicas a la vez. Uno de esos sueños-historia en la que la mente mezcla lo que ha visto, lo que se imagina, lo que quisiera que fuera y lo que no sabe de donde salió...todo en en pocos minutos y con humor.

Buena información sobre el film Andrés Derzu.

Rosenrod dijo...

Una joya, sí señor; y lo más impresionante, no sólo de esta obra de Mèlies sino de todas las suyas, es que conserva intacta su capacidad de fascinación.

Herman Bustos dijo...

Andrés:
Ya había estado leyendo tus post sobre cine y me parecieron muy sólidos. Te felicito. Fellini es el maestro de los maestros del cine. Bien por la Tetona.Aquí estoy para lo que necesites.
Saludos
Mr. Sotsub

Nelson, un habitante del patio dijo...

Excelentes comentarios , estimado Andrés. Felicitaciones.
Te agrego , con todo gusto a mis links favoritos.

Saludos cordiales,

AZzRaeL dijo...

El vídeo al que te refieres es Tonight, Tonight de Smashing Pumpkins.