Viaje a la luna: viaje a la semilla


La primera vez que vi la famosa imagen del rostro de la luna con un cohete incrustado en un ojo fue en un video clip de música pop que circuló por canal 7, a mediados de los noventa. Años después, la volví a encontrar en un libro de historia del cine, junto a ese otro ojo acuchillado por Buñuel, esta vez atribuida a la película "El Viaje a la Luna" (1902) de George Melies. El hallazgo fue doble: aquella era la primera película de ciencia ficción de la historia. La primera fantasía plasmada en celuloide que ojo alguno pudo ver.

Por fin, me ha tocado verla. En todo este tiempo leí cantidad de referencias en separatas universitarias y hasta un amigo que me la había contado de principio a fin (bueno, sólo dura catorce minutos), así que "El Viaje a la Luna" no podía venir con mejores recomendaciones.

"Le Voyage Dans La Lune" es un viaje a la semilla del cine, al tiempo en que nadie imaginaba que aquella curiosidad de feria sería llamada más arte "séptimo arte". Nadie, y tal vez ni siquiera el mismo Melies. Mago de oficio y vinculado al mundo del espectáculo, Melies había estado experimentando con el recién inventado rollo de cine y realizó una gran cantidad de cortos. En ellos comenzaban a balbucear los principios básicos del lenguaje cinematográfico y las primeras técnicas de efectos especiales. El montaje, las disolvencias, los fundidos dieron a este recién nacido arte sus primeros poderes. Pero cuando Melies realizó "El Viaje a la Luna", el cine reveló la mayor de sus armas: la representación de mundos irreales. Se nos ofrecía la posibilidad de ver situaciones que antes sólo podían ser soñadas.

Sin embargo, para nuestros ojos del siglo XXI, cansados de ver tantos sueños pasar, "El Viaje a la Luna" nos puede parecer el más ingenuo. En esta corta fantasía, vagamente inspirada en la novela "De la Tierra a la Luna" de Julio Verne, un grupo de barbones científicos discute una manera de llegar al astro. Deciden entonces construir una cápsula que será disparada por un gran cañón con gran potencia. Es delicioso el momento en que hacen el lanzamiento. Hay una ceremonia donde una escolta sostiene la bandera francesa, Melies no sospechaba quién ganaría finalmente la carrera espacial.

Naturalmente, el proyectil aluniza en el ojo del astro. Los científicos descienden y maravillados contemplan la Tierra en la lejanía. Pero los problemas no se hacen esperar, aparecen los hostiles selenitas: humanoides con tenazas en lugar de manos y que se desplazan con acrobacias. Por suerte el jefe de los científicos descubre que con el golpe de un paraguas los enemigos se vuelven literalmente humo. Gran momento para la platea: la primera "guerra de los clones". Al principio los bichos son doblegados a punta de paraguazos, pero acuden muchos y capturan a los científicos. Atados de manos, son llevados ante el Rey de los selenitas. Pero al parecer esos seres tan inconsistentes no son capaces de hacer buenos nudos y el jefe se libera, levanta el cuerpo del Rey y lo lanza contra el suelo. El Rey se hace humo.

Los científicos corren en retirada hasta la nave que desciende por un precipicio hasta terminar de vuelta en la Tierra. Pero, ¡atención!, el precoz ojo comercial de Melies deja la posibilidad de una secuela. Antes de caer, un selenita se prende de la nave y con él regresan a nuestro planeta.

Responsable absoluto de sus creaciones, Melies produce, dirige, escribe y hasta actúa en esta película corta. El manejo de la cámara es primitivo. No hay primeros planos, la cinta se compone de un serie de sketchs, con la cámara fija en plano general. Como se trata de un film mudo que además no tiene carteles, los actores enfatizan sus expresiones con gestos y movimientos exagerados. Tropezones y persecuciones son los recursos dramáticos más efectivos. La representación de la superficie lunar es alucinante: un terreno casi selvático donde los champiñones miden dos metros. Trucos fílmicos como la sobreposición y la desaparición de objetos (que hasta ahora no sé cómo se hacen), deben haber hecho las delicias del público.

En 1895, Lumiere filma a unos obreros saliendo de una fábrica e inaugura el cine, como medio para registrar la realidad. En 1902, el mago Melies hizo que registrara lo insólito y hasta ahora el mundo se lo agradece.

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El patio trasero del cine

Antes de Internet, antes del video, cuando el porno era cosa de barrios rojos, cines lleno de humo de cigarrillos y prostitutas a la salida, se estrenó la película "Deep Throat" (1970) en Estados Unidos. "Garganta profunda" era una película barata y mal hecha pero todos supieron que era un diamante en bruto. Registraba un acto insólito para las pantallas: la felación absoluta, un pene totalmente capturado por la boca de una mujer. La "hazaña" estaba enmarcada en una historia tonta y graciosa, con un título pegajoso. Los gringos se alocaron, el porno pasó al frente: espectadores, periodistas, sacerdotes y jueces no hacían más que preguntarse: ¿Ya viste "Garganta profunda"?

La historia es larga. La película fue perseguida y aclamada por igual. Unos la utilizaron como evidencia de que era necesario recrudecer la censura. Otros entendieron que el porno podía llegar al gran público y ser muy rentable comercialmente. Mientras que su director, Gerard Damiano, soñaba en un cine porno con ambiciones artísticas, aceptado como parte de la cultura, y capaz de lograr buenas erecciones en la platea.

Los demás tuvieron razón y Damiano se equivocó por ambicioso. La industria pornográfica pronto descubrió "lo que le gusta a la gente" y se dejaron de huevadas. Cuando aparecieron las videocámaras, y luego Internet, era claro que para saciar necesidades voyeuristas no era indispensable una cosa llamada "guión". Sí, pués, todos nos ahorramos tiempo, pero se empobreció un género cinematográfico.

Pero lo que les he contado es el final de la historia. En los años que siguieron a "Garganta Profunda", Damiano realizó uno de sus mejores intentos de "porno culto", "Memories within Miss Aggie" (1974), que al menos devino en "porno de culto" para algunos.

"Memories within Miss Aggie" es como si Bergman y Hitchcock hubieran ido a tomarse unos tragos y ya borrachos decidieran hacer una porno juntos. Damiano utiliza con ingenio las angustias existenciales del sueco y el truco del dato oculto del inglés, y el resultado es notable para un género donde la exposición de apareamientos humanos es lo principal.

La cinta se inicia de una manera que los espectadores del cine Colmena no tolerarían sin pedir que les devuelvan la plata. La vieja Aggie, vestida de negro, atravieza una colina nevada. En su casa, antigua y oscura, su marido, sentado en un sillón, escucha sus nostálgicos lamentos. Ella recuerda la primera vez que conoció a un hombre en ese desolado lugar. Aggie ha vivido bajo la más dura represión sexual, su madre la mantenía lejos de toda interacción con los hombres, hasta que un día se cruzó con un buen ejemplar en el camino. La tímida adolescente sigue de largo pero el extraño la llama. Cuando ya han entrado en confianza, Aggie le manifiesta un deseo. Sin apresuramientos llegamos al primer momento caliente del metraje. Filmado con sutileza, pero sin prescindir de uno que otro close up, el acto busca transmitir su tranquila emoción al descubrir el sexo.

Pero, no, la realidad es otra. El hombre del sillón le recuerda a la señorita Aggie que eso nunca ocurrió, es una de sus fantasías frustadas. Consciente de ello, ahora sus evocaciones están motivadas por la angustia. Las escenas de sexo son los delirios de una mente reprimida. La masturbación, el sexo oral, anal, la fantasía de ser una prostituta, todo momento sexual de la película tiene una carga tenebrosa.

Nota: Aquí iba a explicar cúal fue la idea de
Hitchcock en aquella borrachera, pero para eso debo contar el
final. Por si tú estás interesado en verla (ver "Cómo conseguirla" al final del post) no lo haré aquí sino en el último párrafo. ¡No lo
leas! Ahora continuamos.

Después de la cómica "Garganta Profunda", Damiano optó por hacer películas bastante dramáticas. Había hecho otra brillante cinta antes, "El Diablo en la Señora Jones" (1972), también sobre las represiones femeninas pero con un toque más surrealista. Antes de dedicarse al porno, Damiano fue peluquero y, según cuenta, descubrió que dentro de las cabezas de sus clientas existía una gran insatisfacción sexual. Y este fue un tema clave de inspiración a la hora de rodar películas, que al final luego eran vistas por hombres. Por esto, y siendo el mismo director un hombre, su enfoque del sexo es netamente masculino. Vigorosas felaciones y velludos coitos son secuencias obligatorias pero no abundantes. Y, desde luego, las mujeres deliran de entusiasmo. Mucho más que sus parejas, al fin y al cabo, estos sólo aportan un inexpresivo pene.

Definitivamente "Memories within Miss Aggie" no es una película que los grandes directores que la inspiraron estarían orgullosos de firmar, pero es una obra original e inteligente, salida del porno, el patio trasero del cine.

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El destino de Miss Aggie no podía ser más desdichado y perverso. Cuando al fin conoce a un hombre extraviado, a quién acepta alojar en su casa, Aggie cree que su soledad será aliviada. Pero él no tiene otro interés que un plato de comida y un lugar donde pasar la noche. En vano Aggie intenta convencerlo de que se quede. Él la rechaza y comienza a notar que está loca. Mientras duerme, Aggie decide hacer un homenaje a "El perro andaluz" de Buñuel y le clava un cuchillo en un ojo. En una clara alusión a la obra maestra de Hitchcock, "Psicosis", descubrimos que el cadaver momificado de este hombre es el misterioso interlocutor de la protagonista.

Cómo conseguirla:
Se consigue en el Emule en una versión
de buena calidad pero no se encuentran subtítulos al español disponibles.

Para descargar película:
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Häxan: brujas e histéricas


¿Qué ocurre cuando una vieja película muda de los años 20, en cuya trama aparecen prácticas satánicas, brujas y mounstros, cae en manos de unos músicos de jazz y un escritor de libros sicodélicos allá por los díscolos años 60´s? El resultado se llama: Häxan (se pronuncia "hek-sen"). El título continúa así, en inglés: "Witchcraft Through the Ages" ("La brujería a través de las épocas").

En los tiempos remotos, cuando el cine gateaba y los géneros cinematográficos no estaban bien definidos, surge el film danés "Häxan" (1922) de Benjamin Christensen. Uno de los primeros acercamientos al género documental. Siendo exactos, "Häxan" fue un injerto: mezcla el documental y la ficción, pero lo hace con la desfachatez de los pioneres. Christensen supo que se podía causar miedo en el público tanto con un informe como con un relato, lo importante era el tema y el tono.

La película parte de la pregunta: ¿quienes son las brujas? Christensen hace un recuento histórico de estos personajes desde las primeras culturas, se explaya buen rato en la Edad Media y termina en la "actualidad", donde ya no se les llama "brujas" sino "histéricas" (son los freudianos años 20, recuerden). Cada uno de los capítulos está ilustrado por deliciosas secuencias de ficción donde los demonios de cartónpiedra son los que mandan. Después de décadas de olvido, una copia de "Häxan" es hallada. William Burroughs, el escritor cuya invencible adicción a las drogas duras le dio larga vida, fue convocado para hacer una narración en off para la redescubierta película. La pista sonora estuvo a cargo de una banda de jazz, con la participación del violinista Jean-Luc Ponty, y el resultado fue un vigoroso score que nos reclama tanta atención como las imágenes. La obra fue relanzada en 1968, el año de los locos.

Se ha criticado que los agregados alteran en parte la intención original. Sí, de hecho lo hacen. Posiblemente los aportes sesenteros la convierten en una nueva versión. Burroughs, con una perfecta voz de locutor de ultratumba, interpreta los textos a su manera. Respeta el sentido del original la mayoria de veces aunque con divertidas excepciones. Según él, la pregunta es: ¿quienes son las mujeres?

Con agregados o sin ellos, "Häxan" es una película muy entretenida. En su tiempo debió ser lo máximo ver a tantos diablos en una película: satanás con cachitos, animales mutantes y demonios con escamas. Hasta se representa un sabbath de brujas con el mismo Satanás como invitado, a quién las señoras saludan con un beso en el trasero. Todo con esa rica imperfección de aquel inocente momento del cine. "Häxan" quería producir miedo y hacer reir de un momento a otro.

Ya que todo está engoblado en un documental, Christensen busca probar una hipótesis. La humanidad siempre se parecerá a sí misma. En todas las épocas seguirán vigentes, de diferente manera, el oscurantismo y las injusticias del pasado. Su ejemplo son las perseguidas brujas, al final de cuentas, víctimas de muertes sin razón. Sin embargo, es curioso comprobar que Christensen nunca niega la existencia de las brujas. Pero, claro, si lo hiciera su película no podría dar miedo al público. Qué vivo.

Cómo conseguirla
Disponible en el Emule
en variedad de versiones
La versión que recomiendo
aquí es la de 1968.

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Cocksucker Blues: los muchachos salen de gira.

Irónica foto. Keith Richards posando a lado de un cartel que dice: "Paciencia, por favor. Una América libre de drogas es lo primero."

Las bandas de rock siempre han gustado de los documentales. Mandarse hacer películas serviciales que den fe de su talento o que glorifiquen su historia. Pero sólo con “Cocksucker Blues” (1972) de Robert Frank, el documental sobre rock mostró tal sinceridad que resultó vetado por quienes lo habían encargado: The Rolling Stones.

En 1969, una persona fue acuchillado mientras los Rolling Stones tocaban "Simpathy for the Devil" en el decadente Altamont Free Concert. Picones por no haber participado en Woodstock, a pesar de haber sido invitados, los Stones se propusieron hacer su propio festival, pero el resultado fue un desmadre total: un homicidio, dos muertos por accidentes, cientos de casos de sobredosis y violencia entre los hippies y la pandilla de motociclistas Hell Angels, contratados como personal de seguridad. Así pues la imagen de la banda había quedado dañada en los Estados Unidos. Las autoridades que nunca gustaron del rock and roll ni mucho menos de los movimientos pélvicos de Mick Jagger, los tenían en la mira y harían todo lo posible para impedir el ingreso de estos ingleses indeseables si volvían a pasarse de la raya.

En 1972, emprenderían una muy publicitada gira por Estados Unidos con el álbum “Exile in Main Street”, hoy para muchos su última obra maestra. Los Stones estaban en la cima de la popularidad, con The Beatles fuera de combate, comenzaron a ser llamados “la banda de rock más grande del mundo”, ya sólo les faltaba desprenderse de la fama de “chicos malos” que les enrostraban cada vez que ocurrían desmanes en sus conciertos. Sin embargo, tal vez ingenuamente llamaron a Robert Frank para hacer el documental de la gira. Si lo que quieres es dar una imagen amable de tu banda, que sea del agrado de los padres de tus fans, no se te ocurra contratar a Robert Frank. Él te apuñalará con su cámara por la espalda y con los pantalones abajo.

Robert Frank nació en una acomodada familia judía de Suiza que se mantuvo a salvo de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Se inició como aprendiz de un fotógrafo vecino de su edificio y a los 23 años emigró a Estados Unidos disgustado con la vida materialista que le ofrecía su familia. En 1948, viviendo como fotógrafo de modas en New York, se desanima del Sueño Americano al comprobar que sólo se trataba de competer por el dinero. Decide entonces seguir viajar y llega a los andes peruanos donde fotografía caminos polvorientos y campesinos en movimiento. Envía las fotos como regalo de cumpleaños a su mamá y otras las publicaría en un libro.

Regresa a Estados Unidos y hace malas juntas con Jack Kerouac y Allen Ginsberg de ese grupúsculo de escritores beatnik que gustaban aguarle la fiesta a la América de los 50´s, devota de la prosperidad. Frank comienza a recorrer Estados Unidos para retratar las tensiones raciales y de clase que contradecían ese optimismo. Su lente se desvía de las técnicas de fotografías aceptadas en su época, prefiere la penumbra, el desenfoque, la velocidad. Resultado de esta experiencia fue su libro más importante “The Americans” (1958) que muestra un Estados Unidos desolado y borroso.

En complicidad con su amigos Kerouac y Ginsberg se inicia en el cine con “Pull my Daisy” (1959) y haría otras películas incórdiales con el mainstream, hasta que conoce a los Rolling Stones para quienes fotografía lo que sería portada de “Exile on Main Street”. Después Robert Frank sería invitado a unirse al séquito de artistas, entre los que estaba también un alcohólico Truman Capote, con acceso total para documentar la gira. La libérrima pero discreta cámara de Frank en The Rolling Stones American Tour 1972 se deslizaría entre camerinos, cuartos de hotel, aviones y escenarios. El resultado sería “Cocksucker blues”, su película más conocida y sin embargo la única que hasta hoy no se estrena oficialmente.

"Cocksucker blues" ("El blues del chupapenes") es el título de una canción censurada, aquella que Jagger compuso en plan de joda y sólo por cumplir. El contrato de la banda con la disquera Decca se saldó con un tema sobre un homosexual que busca sexo en Londres, contada en los términos más directos. La elección de este título ya nos anticipa que Frank eligió el camino menos amigable: mostrar a la banda y sus acompañantes con una franqueza obscena.

“Cocksucker blues” es una muestra de lo que podía pasar cada vez que los Stones se montaban en la ruta. Los vemos en muchas situaciones que la mayoría de veces suceden lejos del escenario. La banda, el personal de la gira, los ejecutivos, los músicos de apoyo y, por supuesto, las groupies, se mezclan y conviven por semanas. Todo está permitido y el tiempo pasa demasiado lento, "Cocksucker blues" está hecha en parte de los ratos-de-terrible-aburrimiento que toda gira debe tener. Aquellos momentos en los que se mata el tiempo bebiendo, jugando a las cartas, drogándose o teniendo sexo en público con las fans más complacientes.

De tiempo en tiempo arriban a una ciudad, Jagger y Richards se maquillan, una rayita de coca y suben al escenario. "Cocksucker blues" registra presentaciones tanto deplorables, como Jagger cantando "Brown Sugar" en el peor estado de su voz, como soberbias como la versión de "Midnight Rambler" con Jagger en dominio de la armónica. En estos momentos la cámara de Frank baja al nivel del público, maravillada como todos de una banda brillante. Sigue bajando, espera afuera y cuando todo ha terminado conversa con el público, con los que no lograron entrar, con los revendedores. Y sigue descendiendo hasta toparse con los fans más marginales, aquellos que perdieron todo por el rock and roll y las drogas.

Nuevamente en el avión, los Stones y su gente cogen unos instrumentos y montan una fiesta con toda la intención de terminarla en orgía. Alguien levanta a una chica y comienza a quitarle la ropa, mientras ella se resiste entre carcajadas. Corte. El caos ya terminó: una muchacha se levanta del suelo con una mancha de semen en la espalda. El sexo es uno de los temas principales. En una de las primeras imágenes del film vemos a Jagger tocándose las bolas (por debajo del pantalón). Hay otras escenas de este tipo, pero no es nada de qué extrañarse y el sexo tampoco se libra de cierto tufo a tedio.

La otra gran pasión del personal son las drogas, y aquí vemos a Jagger y Richards fumando, aspirando o inyectándose en colectivo o como solistas. "Cocksucker blues" desmitifica a la estrella de rock, muestra lo que todos quieren ven, lo que incluso ya sospechaban, pero que nadie imaginaba tuviera tanto de soledad y aburrimiento. Los Stones son soldados que matan las horas hasta que son llamados nuevamente al frente. El brillo de las estrellas a veces es opaco.

Al ver el trabajo terminado, Jagger le dijo a Frank: "Hiciste un excelente película pero si dejamos que se presente en América, nunca más nos dejarán entrar". Entonces emprendieron una demanda para tomar control del documental y, desde luego, Frank perdió. Sin embargo, el “salomónico” veredicto permitía que "Cocksucker blues" se proyecte cinco veces al año siempre y cuando el director esté presente en la sala. No sabemos si Frank sacó provecho de esto y decidió convertirse en un cineasta viajero con los rollos de su película bajo el brazo. Lo que sí es seguro es que inmediatamente los fanáticos tomaron nota y corrieron rumores que "Cocksucker blues" era el mejor documental sobre rock and roll alguna vez filmado (y casi nunca visto). La película circuló por años en el mercado negro de Estados Unidos a través de copias en video. Ahora está disponible a todos pues algún anónimo la puso en libertad en Internet (tal vez fue el mismo Frank, quien sabe).

Seguramente "Cocksucker blues" será algún día estrenada por todo lo alto. Aunque para la leyenda de esta película subterránea ya poca importa volverse oficial. Además los Rolling Stones son ahora unos ancianos indestructibles con nada que perder, pues vencieron a todos, inclusive a ellos mismos.

Cómo conseguirla
Cómo está señalado en el texto
esta autentica rareza está
disponible en el Emule
sólo en idioma original
sin subtítulos (ya sería mucho pedir!!)

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Flores rotas: una odisea incierta


Tuve la suerte de ver esta película en la presentación del nuevo número de la revista Godard! Definitivamente no hay mejor manera de presentar una revista de cine que proyectando un film sensacional (además en calidad de pre- estreno en Lima). Pero al mismo tiempo fue muy molesto encontrar, incluso entre cinéfilos, gente con tan malos modales a la hora de ver una película. Sus malditas apreciaciones en voz alta, sus diálogos a media voz y sus estúpidos celulares. Lo curioso es que era "la señora de amarillo", la persona que nos había dejado entrar al no tener invitación, la misma que perturbaba a la sala con sus murmullos. Pero a pesar de estas interferencias pude saborear con atención esta gran película de Jim Jarmush.

Don recibe una carta color rosa el día que su última novia lo deja. En la carta sin nombre una de sus ex amantes le informa que tuvo un hijo suyo hace veinte años. Agrega que ahora el supuesto hijo ha partido en busca de su padre, un solterón que todos consideran un Don Juan. Su amigo, aficionado a los misterios, diseña un plan para encontrar a la autora de la carta. Entonces Don emprende un viaje por Estados Unidos para localizar a sus ex novias y encontrar una pista. Estas líneas que pueden hacernos creer que se trata de una película sobre "alguien que aprende grandes lecciones de la vida", quizá lo sería si Don no estaría interpretado por Bill Murray y, sobre todo, si el responsable de esta historia no fuera Jim Jarmush.

"Broken Flowers" (2005) es la odisea de un Ulises que hubiera preferido quedarse en su casa. Después de la partida de su novia, Don no parece interesado en otra cosa que estar sentado en el sofá de su sala. La persistencia de su amigo Winston, obsesionado por jugar a develar el misterio, es lo que al final lo obliga a subir al primer avión. La pista clave es encontrar una máquina de escribir entre las pertenencias de las ex-novias y traerla para que Winston compruebe si con ella se ha escrito la carta. Con este objetivo y procurando incomodarse lo menos posible, Don se aparece frente a las puertas de sus antiguas novias. En esta Odisea no faltarán las sirenas que intentarán quedarse con el viajero.

Una de las cosas que sorprende en Jim Jarmush, y al mismo tiempo divierte tanto, es el uso del tiempo en sus películas. Lo que en otros puede parecer aburrido y pretensioso, aquí los largos planos fijos y los silencios en las conversaciones ofrecen al espectador discretos y gratificantes detalles, contenidos en cada pequeño instante. Y "Dios está en los detalles" dicen que decía Santo Tomás.

En "Flores Rotas" hay también una dura ironía sobre las relaciones humanas. El vacío y la soledad, en diversas formas, pesan sobre la vida de los personajes. La comunicación entre ellos es complicada y tensa, llena de malentendidos. Don se desplaza como un zombi, para sus novias es eso: un muerto que regresa para un búsqueda incierta. Pero tampoco puedes esperar mucho de un zombi, excepto de este. Bill Murray es tan gracioso haciendo casi nada. Mecido de un sitio en el auto, circulando por perfectas urbanizaciones, sólo un puñetazo lo logra despertar.

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El plan perfecto: guerra de cerebros

Debo el hecho de haber visto esta película a una de esas raras ocasiones en que los amigos se ponen de acuerdo para ir al cine. En este caso fue más extraño porque, a pesar de haber ido acompañado, tuve que ver la película solo. En la elección del grupo resultó ganadora "La Fiesta del Chivo", que yo ya había visto. Entonces opté por "El plan perfecto" o "Inside man" (2005) como quien hace hora. No estaba muy convencido, pues el anterior "troncho" del director ("A Spike Lee Joint"), "She hates me" (2004) me había decepcionado y el trailer de "El plan perfecto" me olía a película por encargo.

A los cinco minutos me di cuenta que estaba completamente equivocado. Para comenzar "El plan perfecto" es una película muy entretenida, esto hace que todo comentario posterior sea pura retórica. Esta cinta dan fe a la cualidad de "hacernos-olvidar-de-todo" que a veces tiene el cine. ¿A quién no le gusta el suspenso? Pues bien, aquí el viejo Spike nos ofrece un caldo concentrado de suspense desde el arranque. Lo admirable es que, además, el director se sale con la suya: hace una cinta de género sin dejar de machacarnos con las cuatro ideas que ha tenido desde que tomó una cámara.

La película comienza cuando "el ladrón más cráneo del mundo" (Clive Owen) nos dice que tiene el plan perfecto para robar un banco y que lo escuchemos bien porque no lo explicará dos veces. Un minuto después: él y su banda ya tienen a todos los clientes y al personal del Banco de cara contra el suelo. Bien, lo que comienza aquí es un guerra de cerebros. Delincuentes, policías y otros interesados se meterán en el juego para demostrar quién es el más vivo. La primera gran idea: los delincuentes obligan a todos los rehenes a vestirse como ellos y liberan a unos cuantos. La policía, desconcertada, cree que son parte de la banda y se pasa la vida interrogándolos. Mientras tanto el dueño del Banco llama a Madeline (Jodie Foster), "la perra más astuta de la ciudad", para que rescate un trapito sucio oculto en la bobeda del Banco. Pero Keith (Denzel Washington), el detectivo a cargo del caso, no va dejar que ninguna mujer venga a mandonearlo y comienza a ponerse la pilas. Policías y ladrones se esfuerzan en demostrar de qué lado están las mejores neuronas. Negociaciones secretas, micrófonos ocultos, grabaciones engañosas, peticiones inverosímiles, todo vale para quedar como el smart guy. Y, lo más divertido, todo esto aderezado con el fino humor callejero de Spike Lee, ese ingenio que dejaría sin palabras a cualquier criollazo.

En el trancurso de la cinta, como diluyendo un jarabe en esta sopa de suspenso, Spike hace que nos traguemos algunas cucharadas de su mensaje político. New York no deja de ser esa mezcolanza racista, violenta e inescrupulosa. Una ciudad, como diría Vallejo, poblada de "lobos abrazados". Las zancadillas, las alianzas y los insultos que circulan entre los protagonistas son simplemente síntomas de su lucha diaria por quedarse con el pedazo de carne más grande. Peces grandes o peces pequeños, de mano negra o cuello blanco, cometen sus pecadillos para progresar. Y esto es lo que siempre ha tenido tan asado a Spike.

Al final de ambas funciones me encontré con mis amigos. A ellos también les había gustado su película. Comentarios, comparaciones y ponderaciones en el camino al lugar donde nos llenaríamos el estómago. Nos gusta tanto el cine y después bienvenida sea la mayonesa.

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