Metal y melancolía

Ese fue el momento que más me conmovió del documental “Metal y melancolía” (1993). Heddy Honingmann, su directora, con cámara de la televisión holandesa, va de taxi en taxi por la ciudad de Lima, captando historias de agonizantes de la clase media. En uno de los viajes, Honingmann se entera que tiene como chofer a Jorge Rodríguez Paz, un actor cuya cara se recuerda de roles secundarios como señorón achorado y autoritario. Ella, al principio, no le cree. Paz hasta se pone unos anteojos y, frente al volante, interpreta su personaje de “La ciudad y los perros” (1985), el apenado padre del Esclavo. Sí, es él. Salió en películas y televisión, pero aquí está, jodido como todos, una cara conocida haciendo taxi. Antes en la conversación, Paz le había preguntado a su pasajera si estaba interesaba en comprar unos lapiceros (“mire no son Parker, pero escriben igualito”) o unos alfajores que “son la muerte”. “Casi da vergüenza ofrecerlos”, se disculpa con vergüenza.

“Qué ingratos años para los peruanos”, pensé. Un actor cuya especialidad eran los estereotipos peruanos, ahora sorprendido por la televisión holandesa interpretándose a sí mismo como sobreviviente limeño. Hasta la “farándula” navegando entre los baches. Ya ven. Demasiado tentador como para no permitírselo. “Licencia poética”, le llaman. En una entrevista, Honingmann señala que por aquel tiempo Paz ya no salía a hacer taxi. Pero como también era actor, no le costaría mucho regresar a su último papel. Incluso Honnigmann le hace decir un verso que resulta ser el título de la película. No es un pecado infrecuente entre los documentalistas. Es bien sabido que la realidad a veces necesita un empujoncito para desplegar sus colores más definidos.


Perdonemos aquello y que, en general, quien tiene un camarógrafo de copiloto, un sonidista y una entrevistadora en el asiento de atrás, es probable que conducirá por el camino más histriónico. Pero es esta la naturaleza misma del género documental. Pretender que la intromisión es mínima y ese histrionismo, al contrario, muy natural. En estas condiciones, “Metal y melancolía” debe ser estar entre los mejores documentales acerca de los habitantes de Lima, por lo general muy dados a exteriorizar sus emociones y hasta excretar una lágrima sincera para las cámaras, si el pesar lo amerita. No es de extrañarse que esta película haya sido un éxito en países donde el “taxismo” es un oficio que se elige por vocación. Aquí más bien lo eliges cuando ya fracasaste en todas tus demás vocaciones. Entonces, en una ciudad donde todavía hay tres taxis por peatón ¿qué puede tener de interesante otra charla de taxistas? Por un lado, la mirada de quien va en el asiento de atrás, sin la compasión que se tiene por los compatriotas; mirarnos a nosotros mismos, ese pueblo que gusta de saborear la tristeza pero, según creemos, se opone a la postración, y por último, para no olvidar esos años infames en los que el país se subastaba bajo el mandato del neoliberalismo.

Heddy Honingmann nació en el Perú. Sus padres, judíos polacos, se salvaron de los pelos de la persecución nazi y lograron huir a Sudamérica. El resto de los parientes pereció en Polonia. En su juventud, a fines de los 70, a falta de un instituto donde estudiar cine en Lima y seguramente a falta de muchas otras cosas, se trasladó a Roma y luego a Holanda. Allí se casó con Frans van de Staak, un cineasta holandés. Durante los 80, Honingmann comenzó a dirigir y escribir ficciones para el público de ese país. Fueron obras menores que, según cuenta, la estaban llevando a la rutina. Regresó a Lima de visita y ahí tuvo la idea para su segundo documental (el primero había sido un trabajo universitario realizado en Israel y presentado en Venecia) y más importante película hasta ese momento.


Descubrió que Lima, por aquel entonces (y todavía), tenía la peculiaridad de contar con la flota de taxis más “profesional” del mundo. Pero no precisamente conformada por profesionales del sector transporte, sino más bien titulados en diversas carreras universitarias que no encontraban empleo. Entonces conseguían esos carteles fosforescentes que se adherían con saliva a la ventana y con un auto propio o alquilado salían a ganarse unos soles. Aquella fue la debacle total de la clase media peruana. Las madres ya no se atrevían a repetir el cuento de “quien estudia triunfa" y la preocupación era simplemente llenar la olla del día siguiente. En el Perú, sólo había ricos, pobres y más pobres.

Nada de esto está explicado en “Metal y melancolía”. El punto de vista es el de un visitante. Desde el asiento de atrás todo lo que puedes ver por la ventanilla es una ciudad opaca. En la calle dominan la precariedad y los tubos de escape. En los semáforos, llaman tu atención los vendedores ambulantes con sus chucherías y sus miradas suplicantes. En el paisaje, cerros poblados de casas a medio terminar y nubes de polución. Y frente a ti lo que ves es al chofer, esos “navegantes del siglo XX”, como dice uno de ellos, con sus maneras de salvarse del naufragio. No sólo económicamente, sino también para sentirse un poco protegidos del mundo del otro lado de la ventanilla que los arrastra a la miseria. Los autos son sus armaduras, por lo que no es extraño que se las ingenien para asegurarse que no se las robarán y que se sientan físicamente conectados con sus desperfectos o su mayor tamaño. En la secuencia inicial y la más irónica, uno de los taxistas explica con orgullo por qué su auto es “inrobable” debido a su extremo deterioro: la puerta se cae, sólo puede arrancar si se juntan tres cables y no puede avanzar más de treinta cuadras sin recibir agua. Pero ahí está, con su cartel de Taxi en el vidrio roto.

En tres ocasiones Honingmann se baja del taxi para acompañar a los choferes a sus casas y, en un caso, a visitar la fosa común del cementerio (hay una toma sumamente impactante de cadáveres de niños amontonados como basura). En el resto del documental, el estilo de Honingmann opta por la acumulación: los testimonios se suceden unos a otros. En suma tenemos una descripción sutil del estado de ánimo de una clase social, un sentimiento de “el pasado fue mejor”, una desesperación tranquila que se contiene detrás de las expresiones rebuscadas en el lenguaje de los choferes y se combate con el tan mentando “ingenio peruano”, que no es más que la creatividad humana bajo presión. Se siente también el miedo a descender más, en volverse uno de esos mendicantes que se asoman por las ventanillas.


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Cómo conseguirla:
Lamentablemente esta no está en Emule. Por primera vez tuve que pagar por un película comentada aquí. La puedes encontrar, bien barato, pidiendo una copia al Grupo Chaski.

8 comentarios:

Fabricio Rebatta dijo...

Honingmann es tal vez la mejor documentalista peruana, (aunque no viva en el Perú)sus temas son variados pero siempre deja sentir su sensibilidad e intensa mirada.

Saturna dijo...

me conmovio en muchas partes,al final cuando el señor se fuma su cigarro y se sonie,mequede con algo de lo que se llama pena.

Anónimo dijo...

interesante la descripcion que hiciste como puedo conseguir el documental. nos vemos Derzu.

Anónimo dijo...

no vi la peli, pero me gusto mucho la nota, asi q quiza pueda conseguirla,

saludos

Unknown dijo...

Usualmente, los documentales me apasionan. Supongo que es por la afinidad con las ciencias sociales, en su afán por tratar de entender al Otro. Hace mucho tiempo que no entraba a esta página. Recién tomo un respiro. Desde hace un tiempo me anda rondando la idea de diseñar un proyecto cultural, es muy posible que este ligado al cine, en barrios, por ejemplo. Bueno, hasta la vista...

Patricia Vega

Tyler Durden dijo...

Enhorabuena por un blog tan interesante como éste. Da gusto descubrir a gente con tus conocimientos que te abran puertas a películas desconocidas.

Ojalá mi blog de cine te pueda ayudar a ti también a descubrir alguna cosa:
http://labobinadepandora.blogspot.com/

Saludos!

Bleu Prince dijo...

Muy interesante, espero que algún alma lo haya subido a youtube o por ahí,

Recién he llegado a tu blog y para no caer chinche, se pueden subir links donde se puedan descargar las cosas que comentas?

he visto que otros usuarios te lo han pedido y, bueno imagino que tu no lo harías, se puede tomar esta iniciativa?

Anónimo dijo...

Hola

Como podrás ver todos los post, excepto este, tienen al final la opción para descargar las peliculas via Emule. En este caso no lo puse porque la película no está disponible para descargar.
saludos
andres